Entonces yo estaba caminando tranquilamente por la parte trasera de las aulas en la escuela donde trabaja mi madre. Pateaba una roca al pisar el pasto, pero me detuve un momento. Había olvidado ir por mis cosas.
De manera extraña, yo tenía la sensación de que mi hogar estaba dentro de la escuela; entré y pude ver algunos de mis objetos personales, aunque era bastante claro que estaba accediendo a un aula más del plantel.
Encontré pequeñas posesiones que tenían gran valor sentimental para mí. Las veía borrosas, como censuradas por mi memoria, pero bien sabía que estaban ahí, y eran los objetos más importantes que tenía en la vida. No eran sólo esos.
Yo sabía que mi hermana estaba jugando con una pelota roja de esas que rebotan mucho, en el patio principal que estaba al frente, donde se entraba al colegio. Ahí mismo estaba el auto de mi madre, uno escarlata, de aspecto antiguo pero recién adquirido.
El sol resplandecía en el horizonte. Era casi medio día, lo podía sentir.
A veces algo se rompe.
Una profunda presión en mi corazón me dijo que debía tomar lo más rápido posible las cosas más importantes para mi. Era eso o perder todo para siempre.
En ese momento mi madre, con un gran abrigo negro y una bufanda gris, impartía física en un aula aledaña.
Mi vestido ondeaba al viento extraño que se avecinaba. El amarillo pardo de la vestimenta se estaba avivando mucho.
Volteé hacia los baños, que estaban justo tras mi hogar, en la parte más trasera y en las sombras de la escuela. Una mancha oscura estaba surgiendo, como si toda mi realidad fuera un cuadro de acuarela y un manchón de pintura negra empezara a oscurecer poco a poco la tela a su alrededor, sin que nada lo detuviera.
Corrí con mis cosas en la mochila que por alguna razón siempre tuve a la espalda. Sin pensarlo abrí con un empujón la puerta del aula donde daba clases mi madre y la jalé del brazo. No podía dejarla, no quería que sufriera en esa aberración imparable.
Tomé la pelota de mi hermana y junto con mi madre subimos al auto. Pisé el acelerador y salimos con algunos choques hacia la salida.
La cosa estaba expandiéndose. No sabía lo que ocurriría si me quedaba a desaparecer en esa cosa, pero sentía que me volvería nada, un vacío en mi existencia.
Todo estaba volviéndose oscuridad, como un simple papel mojado de agua sucia y aborrecible.
Por una razón descaradamente estúpida, desaparecieron todos excepto yo. Ya ni siquiera estaba el auto. Estaba caminando por una calle, llegando a una esquina. Del otro lado de la calle, en la otra esquina, la inmensidad oscura avanzaba. El miedo me había invadido.
No sé si me salvé, porque mi visión se volvió borrosa, hundiéndose en un torbellino gris de objetos preciados, y luego desaparecí en mi propia existencia mental.
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Pesadillas Aún No Planeadas
TerrorRecopilación de los momentos más escabrosos de una chica en un mundo extraño, del que prefiere huir. Aunque su problema es no saber que es el mundo real. Reunión de todos los momentos que han hecho que un chico deje de dormir, pues por la noche en v...