Por fin, mamá ya estaba en casa. Ya estaba en su querida casa con su familia reunida y trotando por allí. Los perros se habían puesto muy contentos de verla al igual que cuando se vieron abuela y nieta, ambas se abrazaron, se dieron besos... Pero ahora ya nada era igual, sabíamos que esto era el final; el final de una bonita historia que habíamos estado escribiendo una familia feliz. Sabíamos que durase días o semanas, mamá ya se nos iba.
Las semanas que estuvo mamá en casa fueron muy duras. Tuvo que estar siempre en la cama ya que no tenía fuerza en la musculatura de las piernas para poder levantarse y moverse. La tuvieron que sondar, no podía ir al baño y a parte, la teníamos que mover lo menos posible por el dolor que tenía por el cuerpo.
Se le empezó a caer el pelo debido a la radio, llamamos a su peluquera para que subiera a casa y se lo cortara bien corto y así no se viera ella tan mal.
Mi abuela no se separaba de ella más que para ir a dormir. Estaba todo el día con ella sentada en una silla.
No recibió muchas visitas porque no quería que la vieran así, sólo vinieron las personas que ella quería despedirse de ellas o decirles algo.
Ya sabía que se moría y no quería dejar ningún cabo suelto.
El día que pidió que fueran sus amigas, quiso que le pintásemos un poco la cara con pintalabios y colorete, le pusiéramos algún collar, anillo, pulsera y le cambiásemos el camisón de dormir, quería que la vieran guapa a pesar de la situación. Ese día era el día de Santa Águeda, siempre iban todas juntas a comer al restaurante y luego a merendar cenar. Pudo decirles lo que quería y pudo despedirse de ellas ya que a los diez días ella murió. Una de sus amigas en poco tiempo iba a ser abuela por segunda vez, ya le advirtió que no iba a poder conocer a su nieto.
Por suerte, también pudo despedirse de nosotros y darnos las indicaciones de cómo hacer las cosas tanto para cuando ella faltase como acerca de cómo quería su entierro. También me pidió, que si tenía más hijos y era una niña, le pudiera su nombre.
Fueron momentos muy duros. Ya me dijo que no le llevase más a Laura, no se encontraba bien para hacerle fiestas y no quería que su nieta la viera así. La quería con locura, pero prefirió no verla más, una decisión muy respetable. También nos pidió que por favor los perros salieran de casa ya que el grande nos atacaba cuando nos acercábamos a ella y sobre todo a mi hermano cuando le ponía la medicación. El pequeño se subía a la cama a dormir con ella pero el simple hecho de ponerle una pata encima le dolía muchísimo. Los amaba con toda su alma, pero no se encontraba bien para tenerlos cerca. Necesitaba tranquilidad.
Al final del trayecto de su vida, mamá veía cosas de su infancia y a veces nos decía cosas que no entendíamos ya que eran sus vivencias. También nos decía que veía en su habitación o pasar por el pasillo a gente que ya había fallecido.
Se le olvidaban cosas, cosas tan sencillas como beber agua a través de una caña de plástico, no sabía sorber por ella.
Llamaba sin parar a su madre y a su padre, su madre estaba con ella pero su padre había fallecido hace años.
Dos o tres días antes de morir, cuando aún podía hablar, llamaba a su hermano. Ella quería ver a su hermano. Él iba a venir en breves pero no ese día.
El día que falleció, vinieron los médicos de cuidados paleativos y ya nos pusieron de previo aviso como que no iba a llegar al lunes; no se equivocaron. Se le estaban encharcando los pulmones. Nosotros la veíamos muy mal de salud, no podía hablar y solo hacía un ruido debido al encharcamiento.
Esa tarde, antes de irme a casa, me despedí definitivamente de ella, sabía que mañana ya no la vería con vida. Lo que le dije fue: -mamá, te queremos mucho y siempre te vamos a querer, siempre vas a estar con nosotros. Descansa mucho, te quiero.- Ella me miró ya que sólo podía hacer eso y con su mirada supimos que ya era nuestra despedida. Aún se me saltan las lágrimas de pensarlo.
Le dí un beso y me fui a mi casa. Su hermano acababa de llegar y mi tía se acaba de ir a su casa para ver a su marido. Había estado todas estas semanas con nosotros ayudándonos.
A las doce de la noche me llamó mi hermano diciendo que la mamá estaba muy mal, si quería ir a casa y despedirme por última vez. Le dije que no podía ir, si mi madre se moría conmigo yo no levantaría nunca cabeza, no lo superaría.
A la hora de haber hablado con él ya me llamó como mamá había fallecido en ese momento.
Me puse muy nerviosa, no sabía qué hacer, si llorar, sino llorar... No sabía nada. Mi marido estuvo conmigo en todo momento, ayudándome en todo, llamamos a mis suegros para que subieran a casa a estarse con Laura. Se quedó con ella mi cuñada. Nosotros fuimos a casa de mis padres.
Cuando entramos, mi hermano salió a recibirnos serio y los ojos rojos, mi padre dando vueltas por el comedor nervioso, mi tío en la cocina llorando y todo serio, nos dimos con todos un abrazo. Mi abuela estaba en la habitación con ella. Cuando entré y la vi tendida en la cama, muy muy pálida, no me podía creer que de verdad mi madre, fuera la que estaba allí. Me acerqué y la miré, tenía la mirada perdida, sin vida, esos ojos azules y bonitos que antes brillaban ahora no lo hacían. Le toqué la cara, la mano y el brazo, estaba más fría que un hielo y no puede evitarlo, me puse a gritar como una loca. Me abracé a mi hermano, diciendo todo el rato -no-. Me tapaba y giraba la cara, no quería verla pero no podía parar de mirar. Mi marido había entrado un momento, le había dado un beso a mi abuela y se había salido. Cuando me calmé un poco le di un fuerte abrazo y un beso a mi abuela. Pobre mujer, ver morir a una hija.
Salí de la habitación y me reuní en el comedor con mi padre y mi marido. Al poco de estar allí llamaron los señores que se llevan el cuerpo al hospital a practicar la autopsia.
Mientras cargaba a mi madre en esa especia de carro y bolsa con cremallera no estuve presente pero sí ví cuando terminaron de subir la cremallera y la ataban con cuerdas al carro antes de irse. Que sensación más rara y fría, nos transportan como si fuéramos un paquete que no vale nada.
Vino también la señora que nos iba a atender durante el tiempo de tanatorio y entierro.
Nos enseñó el catálogo para ver el ataúd que queríamos elegir y el ramo que queríamos poner. Elegimos y quedamos con ella para el día siguiente, nos avisó de la hora que teníamos que estar en el tanatorio y le dimos el traje con el que la vestirían.
Una vez se fue tanto mi madre con esos señores como si fuera una paquete y la señora del tanatorio, nos quedamos todos apalancados, parados, sin ganas de nada. Al rato nos fuimos a casa, ya habíamos llamado a la familia más cercana para avisar de la muerte de mi madre y como pidió ella, pusimos un anuncio en la red social para que sus amigos y gente que la quería se enterase. No podía avisar uno por uno tampoco. También avisé a mi compañeros de trabajo de lo sucedido y sobre todo a mi compañera que a la pobre que iba a librar, le tocaba trabajar por mí al día siguiente.
Todos fueron muy comprensivos.
Una vez hecho todo, mi marido y yo nos fuimos a casa. Eran casi las cuatro de la madrugada del quince de febrero. Mi cuñada dormía con la niña y así por la mañana se quedaría con ella para que la pobre pequeña no notase nada raro ya que no iba a venir al tanatorio ni a nada.
Nos tumbamos en la cama agotados aunque no podía dormir, tenía que intentar descansar algo ya que los próximos días iban a ser muy duros.
Mamá esperó para morirse a ver a su hermano, ella quería despedirse de él, era el que le faltaba. Fue llegar su hermano, verlo y morir a las pocas horas.
Quería descansar habiéndose despedido de todos lo que ella consideró.
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Luz De Vida#wattys2016 #PremiosEmociones2016(Kaina Gibor/Blanca Barcelo)
Short StoryDespertarte un día y saber que te quedan como mucho tres meses de vida... ¿Qué haríais vosotros? Pues vivir. Eso hizo mi madre, vivir lo que mejor pudo el resto de sus días. Por tí mamá, como te prometí. Allá donde estés, sé que siempre me estas a...