Capítulo 2 - Alas Cortadas

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La duda resultaba casi tan destructiva como la curiosidad, pues se sintió tan débil ante su temor a ser descubierta como impotente al no poder ignorar aquellas voces. Un par de pasos la separaron de la puerta, alejándola de las palabras que para ella eran susurradas, pero no tuvo suficiente templanza como para alejarse más: retrocedió y se quedó cerca de la puerta. Al instante supo que no debía estar ahí, pero fue suficiente una única palabra de Tilman para hacer acopio de valor y permanecer completamente quieta y silenciosa, como un ratón temeroso. Necesitó un minuto para habituarse al tono de la conversación y poder captar las suficientes palabras para comprender las frases completas.

 -Empiezo a considerar de mal gusto su pretensión por declinar la balanza a su favor, señor Wright – la voz gélida de Tilman cortó la respiración de Charlotte durante un instante incluso a través de la puerta.

 -Mi señor – en cambio la voz de su padre sonaba completamente doblegada – Es mi única hija, señor, y yo ya no estoy en edad ni condición de encontrar esposa y engendrar más mujeres. Mucho menos verlas crecer lo suficiente como para considerar que su futuro sea provechoso.

 Charlotte no necesitó mucho más para entender de qué trataba la conversación. El aire se congeló en sus pulmones.

 -Comprendo su preocupación, pero su hija no tendrá problemas en mi villa. Tendrá todo y cuanto necesite, y más aún mientras esté en mi mano.

 -Señor, no he querido ofenderle… - de pronto su padre pareció ponerse algo nervioso.

 -Lo sé señor Wright – Tilman hablaba con sinceridad – Pero quiero que comprenda la delgada línea que separa la verdad de una injuria.

 Charlotte conocía a su padre y era evidente que desde que había llegado el señor Tilman a su casa él había evitado con maestría cualquier afirmación o pregunta que pudiesen resultarle de mal gusto al invitado. De hecho se había ocupado bien poco de ocultar su intención de agradar a Tilman, y por la forma de hablar de éste Charlotte sabía que el oscuro conde lo sabía. Quizá por eso jugaba con las pretensiones de su padre: en aquella preocupación encontraba su necesidad y debilidad. Aquél señor demostró era inteligente, además de que parecía carecer de escrúpulos.

 -No he querido poner en duda ni por un instante la buena vida que recibirá mi hija de su mano, señor Tilman – el patriarca pareció recobrar la compostura tras un breve silencio – Lo que quería decir era que las dotes ofrecidas por una joven muchacha y única primogénita fémina de una familia suelen de buen ver.

 -Y lo serán mi señor, ¿o acaso no ve generosa mi oferta actual? – la voz de Tilman no sonó irritada a pesar del evidente contenido mordaz de sus palabras.

 -Por supuesto, pero he de añadir un agravante a ésta situación – aunque Charlotte no veía a su padre, imaginó una estúpida sonrisa autosuficiente en su rostro regordete – No sólo tengo necesidades como persona, si no también como padre… Y quiero hacerle ver mi preocupación que me invade, sin llegar a la ofensa, el ser conocedor de sus… Antiguas experiencias con sus señoras.

 Charlotte sintió como se le encogió el corazón al escucharlo y agudizó su oído pensando que no oiría bien la contestación de Tilman. Éste guardaba un silencio largo, demasiado largo para el gusto de Charlotte.

 -El estado de mis anteriores esposas no tiene nada que ver con esto, señor Wright. Tuve la desgracia de tener dos jóvenes esposas que fallecieron por culpa de la viruela, algo de lo que sólo Dios tiene conocimiento y toma parte… Así que, a menos que tema que la viruela sea más eficaz en mi casa que en la suya, no veo motivo por el cual deba preocuparse. Además, si no me equivoco… Su señora murió a causa de ella en ésta misma casa, ¿me equivoco?

Los caminos de CharlotteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora