La noche cava en silencio astral. No fueron los pájaros, tiritando en la pálida aurora, ni las tempestades escritas en la llama. Hay una luz, un tanto ingrata, que persiste en el trinar de la alborada, disuelta en las raíces del eco. La medida de las catástrofes cósmicas.
Fuimos nosotros quienes sentenciamos al día para asistir ahora con mueca exquisita a la sepultura del Sol, que tal vez quepa en una mirada ausente.