Ha triunfado la flecha y ha liberado mi pecho del mármol.
Asciendo arrastrado por la adusta hiedra con potencia extraña y absoluta.
Inmóvil he reconstruido el escenario de mi contrición: una calma airada
que muestra entre las olas tumbas de escrupulosa grandeza.
Altitud soberana, desde las raíces imploro tu eco indiferente,
tu suspiro sin decoro, que asgas tu rayo invicto sobre este torso mortal,
y Ser de una vez y triunfar sobre la Nada.