El cáliz es tu solio, oh pequeña hada. Como pétalo teñido de rosa tu rostro se enciende con lo que tientan tus labios y tu voz juega con el viento con talante de orquesta. Con frenética delicadeza tu cuerpo acompaña la música de la primavera, eterno, voraz, siempre con las alas abiertas. Conoces el suspiro de la flor y el llanto de la mañana, que riega a veces tus mejillas de tez apagada, ignorados gestos del invierno que en la juventud parece un cuento de hadas.