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Llevaban cinco chupitos de tequila cada uno y ya empezaba a hacerse cada vez más díficil seguir los pasos.
Sal, tequila, limón, mirar al chico tatuado a ver si seguía con su sonrisa socarrona, esos eran los pasos que seguía Anna una y otra vez.
Había chupado la sal por sexta vez y su mano se acercaba con el tequila hacia su boca, pero se lo pensó dos veces, o dicho de otra forma el alcohol que corría por sus venas empezó a surtir efecto.
— ¿Quieres continuar o vas a ser una nena? — El chico sonrió mientras seguía echando sal en su mano. Se acercó a su oído para susurrarle como tantas veces antes él había echo. — Por muchos tatuajes que tengas no me creo tu historia de chico malo, — Aaron alzó la ceja sorprendido, esperando a que la chica siguiera hablando pero ya no sentía su cálido aliento tras su oreja, con el efecto retardado del alcohol tardó unos segundos más pero giró su cabeza hacia ella para encontrarse con que iba a comenzar ya con el octavo chupito, y el aun estaba preparando el séptimo.
— Tus tácticas son tan predecibles tomatito, — Puso su mejor sonrisa irónica y se inclinó hacía ella después de morder el limón. — Eres tan predecible, solo eres una chica buena más. — Esas palabras le dolieron más de lo que le gustaría admitir. Cerró los ojos y decidió que no se dejaría pisotear.
Si para él, solo era una chica más, perfecto. Pero al menos dejaría su reputación un poco dañada ganándole delante de sus amigos.
Colocó una gran cantidad de sal en su mano y después de chuparla tomo todos los tragos de tequila que el chico había preparado, y mordió un limón. Había tomado ya los 13 mientras que él apenas empezaba a prepararse el décimo.
Había decidido no llorar por sus palabras, al fin y al cabo era un simple chico malo, y ella una simple chica buena.

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