Capítulo 20

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Solo tenía poco tiempo, y yo me daría a la tarea de hacer que ella se fijase en mi, quizás sería muy difícil, pero yo estaba con una determinación inmensa, así que con esto a mi favor, todo se volvería más fácil, esa era mi mentalidad.

A la mañana siguiente se me ocurrió visitarla en la tarde, no se si era lo correcto, o si la abrumaba demasiado con mi presencia, sentiría cierto temor, incomodidad, o pensar que yo le acosaba, tenía que cuidar que todo fuera natural, y que ella no se diera cuenta de que mi objetivo era enamorarla.

Llegué a su casa y como era de esperarse, me recibió con mucho entusiasmo, y bien, esta vez comimos en su casa.

-¿Teneis hambre?

-Si, un poco, no desayuné.

-Entonces tomad asiento, que ya te sirvo.

-De verdad, en serio, no tenías que molestarte.

-Para nada, y además, mi madre hace el mejor estofado de todo Montecarlo.

-No lo dudo.

Debo confesar que la comida era deliciosa, y, me dí cuenta de que sus padres no eran tan malos como pensaba al principio, ese tiempo me sirvió para convivir y conocer mejor a su familia, me sentía satisfecho.

-Gracias por la comida, pero me tengo que ir.

-Tan temprano.

-Hija, no le molestes, quizás tenga asuntos que atender y tu aqui pidiendo que se quede.

-Teneis toda la razón.

-Bueno, muchas gracias por todo, pero me tengo que ir, aunque si lo prefieres, puedo venir a visitarte otro día.

-Está bien, entonces, adiós.

-Adiós.

Pienso que era demadiado pronto para visitarla a diario, así que dejé pasar tres días, incluso esta vez, ni siquiera salimos, solo fué una simple visita, y esperaría ansioso para volver a verla.

Estaba muy consiente de que tenía solo unos días, no por eso iba a apresurar las cosas, si no, todo saldría mal, lo tomaría con mucha calma y paciencia, porque estaba muy seguro de que ella permanecería a mi lado por el resto de nuestras vidas.

Los días se pasaban y yo la frecuentaba constantemente.

Trataba de no seguir la misma rutina, para que no se aburriera de mi presencia.

Y entonces su cumpleaños tan esperado llegó.

Esa mañana me levanté demasiado optimista, ese era el día definitivo, el día que yo le declararía cuanto la amaba.

Me arreglé bastante bien, vestía una chaqueta aterciopelada, iba muy bien con la ocasión, debía de ser formal, pero casual, no iba a detonar como si estuviera preparando un día especial, o como si yo luciera desesperado por lucir lo mejor posible.

A decir verdad me sentía muy nervioso, y lo peor es que no sabría como se lo diría, o qué diría y como lo iba a hacer.

Me temblaban las manos, pero a la vez sentía una sensación muy satisfactoria, y pensé, que todo el tiempo habría valido la pena.

Salí del hotel, y me dirigí a tomar un café, solo para dejar de pensar en lo que saldría mal, ese café me hizo sentirme un poco mas seguro de mi mismo, después de todo muchos dicen que los mejores baristas son italianos, ahora sé porque lo dicen, e incluso se podía percibir una emoción demasiado cálida.

El día pasó muy acelerado para aquella ocasión, solo esperaba no fallar en mi oportunidad de oro.

Me dirigía a su casa, porsupuesto que ella no se lo esperaba, y de paso, como era su cumpleaños, pensé,¿Cómo voy a llegar con las manos vacías?, así que, le compré un regalo, al principio no sabía, ni tenía la mas mínima idea de que regalarle, luego de pensar un poco me dije a mi mismo, pienso que el sueño de toda mujer es tener ropa y mucha joyería, pero como no me sabía sus tallas, al final me decidí por comprarle una gargantilla con rubíes.

Ahora estaba más que preparado para el gran momento, y ahora, con mucha determinación, me dirigía con seguridad hacia su hogar.

Llegué y toqué la puerta.

-¡Antonio!, vaya que no te esperaba.

-Pero este es tu día especial.

-Me estais queriendo decir que ya lo sabías.

-Feliz cumpleaños.

-¡Gracias!, pero, ¿Quién te lo dijo?

-Tu madre me lo hizo saber desde hace unos días.

-Eso si, que no me lo esperaba.

-Y bien, arregalte porque vamos a dar un paseo.

-Bien, pasa, ahora nos vamos, ¿Vale?

-Tómate tu tiempo.

Aún seguía un poco nervioso, pero lo valía por su amor.

-Listo, ¿Nos vamos?

Llevaba conmigo la mayor parte de mi dinero, por si a ella le gustaba algo, o por si tenía que llevarla a algún lado, y no se como, pero sentía una ligera sensación de peligro.

La llevé a un restaurante, muchos dicen que era el mejor de la ciudad, pero bueno, quizás recordaría este momento por toda mi vida.

Creo que me tomé tan en serio todo que esta vez no podía dejar de pensar en lo que diría, pero debía esperar el momento justo.

-En que pensais.

-Nada, solo que, siento que hoy te ves mas hermosa de lo usual.

-Muchas gracias.

Esa fue una de las mejores noches, la comida fue exquisita, y salimos de aquel lugar bastante satisfechos, me alegraba ver como ella me sonreía cada vez que yo la miraba, caminamos juntos en aquel parque en donde nos encontramos por primera vez, sentí que la hora había llegado, y la invité a tomar asiento junto a mi, al lado del lago, estaba nerviosísimo, pero mi amor por ella tenía que salir a la luz.

-Ximena.

-Si dime.

-Creo que ya ha pasado un tiempo, y pienso que ya tenemos la confianza suficiente para decirte esto. La primera vez que te ví, fue en este preciso lugar, y te recuerdo con mucho afecto, cuando yo llegué aquí, venía alterado, y destrozado por un amor, yo ya no creía en el amor, pero cuando te ví pasar por aquí, cuando te confundí, ese fue uno de los mejores momentos, porque, de alguna manera, volví a creer en el amor, gracias a tí.

Ella se quedó callada, escuchando atentamente, pero la entendía, porque incluso para mi era muy desconcertante decir eso frente a ella.

-Ha llegado el momento de decirte, ¿Quieres ser mi novia?

-Si, la respuesta es si, estaba esperando que me lo dijeras, porque yo sentía esa voz que me decía que tu eras la persona, con la que estaría por el resto de mi vida.

Nos abrazamos, y no lo pensé dos veces, para besarla, y sentir como por fín estabamos mas juntos que antes, ahora nada nos podía separar.

Pensé en llevarla a su casa, pues olvidé todos mis planes, y nos quedamos en el anochecer de Montecarlo, era demasiado noche, y no quería que ni novia tuviera problemas.

-Gracias Antonio, me habéis hecho la mujer más feliz del mundo.

-Descansa, amor mío.

-Mañana, quisieras darte una vuelta por aquí.

-Aquí estaré.

Me fui camino hacia el hotel, y mientras recorría las calles me daban ganas de gritar a todos que lo había conseguido, todo valió la pena, ahora ella era mía, nada nos podría separar.

Me fuí cantando en voz alta, y que mas daba si pensaban que estaba loco, son pocos los que saben como se siente cuando estas a lado del amor de tu vida.

Entré al hotel, muy entusiasmado, con una sonrisa inborrable de mi rostro, se podía notar mi felicidad a kilómetros de distancia.

Me recosté en mi cama, casi brincando de emoción. Puse mi abrigo por un lado, y al día siguiente le compraría otro regalo, así que busqué mi cartera.

Mi mano se adentró en una de las bolsas de mi saco, y entonces mi sonrisa poco a poco desapareció, convirtiendo mi felicidad en desesperación.

¿Donde y cuándo pasó esto?.


El Hombre erranteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora