Sígueme y lo entenderás

170 5 1
                                    

La noche arropa con su manto negro a los chicos y al lago, donde se refleja la luna en cuarto creciente. Deben de ser las tres de la madrugada, y en la cabaña aún les queda cuerda para rato. Andrés está acurrucado con Clara, que ha dejado caer la cabeza en su pecho. Ana e Iris hablan, hablan y hablan. Jaime no ha parado de alimentar el fuego con tronquitos; por fin puede sentir algo de sosiego, Iris ya no le acecha como antes, lo acepta como uno más y eso es mucho viniendo de

ella. Clara también se ha fijado en el cambio de actitud de su amiga y, desde el pecho de Andrés, mira a su amigo, alumbrado por el fuego. —¿Nadie te ha dicho nunca lo guapo que eres? —le pregunta Clara. —Mi madre me lo dice a diario —contesta él, irónico. El comentario despierta las risas de todos. —No, lo digo en serio Jaime. Eres guapo. ¿Verdad, chicas? Ana e Iris lo miran. —Sí, se ve que eres una persona con estilo —dice Ana. —¡Que no lo digo en broma! —se reafirma Clara. —Oye, a ver si me voy a tener que poner celoso. Andrés achucha a su chica. —¿Tienes novia? —le pregunta Ana. Jaime sonríe y dice: —No, ni tampoco quiero.

—Huy... Es que alguien te ha roto el corazón. —Puede ser. Pero no sufras por mí: vuelvo a estar enamorado. —¿Cómo se llama la afortunada? —Mi novia se llama: FELICIDAD —enfatiza mientras alza el puño. —Sí, ya, que te lo crees tú —le rebate Ana —. No te preocupes, que todos hemos pasado por algo así en alguna ocasión. ¿Verdad, prima? Te rompen el corazón, te lo dejan hecho trizas y luego tardas un tiempo en recomponerte. Tú estás en la fase que llamo de defensa. —¿La fase de defensa? —pregunta Iris. —Sí, y tú también estás en esa fase —le dice a Jaime—. Los dos estáis en ese momento de «Yo contra el mundo». ¿Sí o no? Jaime se queda callado y hace una mueca. Por suerte es Iris quien toma la palabra: —Jolín, Ana, tienes respuestas para todo. Y tú, ¿en qué fase estás?

—En la fase de busca y captura —responde su prima, riéndose de sí misma. —¿Cómo se traduce eso? —¡Que estoy lista para lo que sea! —Pues mañana empiezan las fiestas... A ver a quién te beneficias —le dice Jaime, pícaro. —Por cierto, hablando de mañana... Al final mis amigos van a venir aquí. Ya los conoceréis. ¡Son geniales! —¡Perfecto! —Andrés se despereza—. Es tarde... ¿Vamos tirando o nos quedamos? —Por mí, me quedaría. Se está tan bien... — comenta Iris. Jaime la mira arrebatado y piensa: «Si tú me pides que me quede contigo, me quedo». El aire que tenía reservado para decir estas palabras sale de sus mejillas, hinchadas como si fueran un globo lleno de aire. ¡Incluso sus ojos se ponen vidriosos!

Esta noche fluye como deben hacerlo las noches de verano para todo el mundo: con una brisa entre fresca y cálida, con el cielo estrellado, la luna radiante, los grillos cantando y, sobre todo, con una buena compañía con la que compartirla. Así es como la están pasando Álex y Sole, cómodamente sentados en el banco de la plaza. Son buenos conversadores. Ambos son personas soñadoras y curiosas, y les encanta discutir sobre el sexo de los ángeles si hace falta, con tal de llegar al fondo de las cuestiones. —Estoy tan bien que no me quiero ir a dormir —dice ella. —Pues yo creo que no voy a dormir. —Venga ya... ¿Cómo que no te vas a dormir? —Entro a trabajar en... —Álex mira el reloj —. Hora y media. —¿Qué? —Ya son las dos y media. Mañana son las fiestas, y vendrá mucha gente. Eso se traduce en que debo estar en el horno a las cuatro. O sea, que

no voy a pegar ojo. —¡Haberlo dicho! —Tranquila, estoy acostumbrado. Oye, si estás tan bien, ¿por qué no vienes conmigo? Así me haces compañía un rato más. Un horno es todo un mundo que te encantará descubrir. Sole se lo piensa. A estas horas, ya debería estar en casa. —Si voy, ¿me enseñarás a hacer pan? —Serás mi ayudante. —Y si soy tu ayudante, ¿me pagarás? —Te he salvado la vida... Te he sacado una espinita del pie. ¡Creo que me debes una! —¡Entonces eres tú el médico sin fronteras! —Quizá... ¿Sabes qué? Te pagaré en especie: una barra de pan de centeno, y dos cruasanes. —¡Acepto la oferta!

Enseñame el cielo. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora