¿Y si no fuera asi?

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Está amaneciendo. El aire es fresco y húmedo, y los primeros rayos de sol se asoman detrás de la montaña, iluminando las calles vacías del pueblo, que hace apenas tres horas estaban repletas de gente de fiesta. En la plaza sólo queda una mezcla de olor a vino y a carbón. La basura se acumula en los rincones, y da fe del jolgorio que se ha vivido. Iris, Jaime, Ana y sus amigos no han dormido, pues faltaba más o menos hora y media para partir, y han preferido pasarla charlando tranquilamente en el porche de Iris.

En la parada del autobús, se despiden con los rostros fatigados y satisfechos. —Prima, cuídate mucho. —Ana le da un achuchón a Iris—. Y tú también, Jaime. —Gracias por todo. —Silvia y Marcos también se despiden. —De nada. Pasadlo bien en la playa. ¡Hasta la próxima! ¡Adiós! —exclaman los dos amigos emocionados. Es la hora de volver a casa. Iris, con las manos en los bolsillos, y Jaime, a paso lento. Ha sido una noche intensa y ahora se respira una paz que invita a dormir todo el día.

El silencio vuelve a adueñarse del pueblo, junto con el silbido del viento. Clara, soñolienta, se queda mirando la calle con gesto melancólico, desde la ventana abierta de la habitación.

«Hoy es el último día. ¡No tiene sentido quedarse aquí tristona! Esto lo dejo para mañana...» Y, en un santiamén, se viste, se maquilla un poco para quitarse las ojeras, y sube en la bici en dirección a la casa del caminito.

Mientras Andrés hace la maleta, Sole está estirada en la cama, mirando al techo. —Estás muy callada —observa su hermano —. No es justo, en menos de cuatro horas... ¡Con lo bien que se está aquí! Sole resopla y susurra: —No sé qué hacer... —¿Qué has dicho? —Nada. —¿Ha pasado algo? —Pues la verdad es que sí. Ha pasado un huracán: ayer le di un beso a... —Álex, lo sé.

—¿Cómo lo sabes? —Porque ayer te fuiste de la pista con él... — Unos segundos de silencio y añade—: Quería pedirte disculpas, Sole. Ayer os vi bailar, y la verdad es que desprendíais algo especial... Y te mira como yo miro a Clara, ¿sabes? La chica sonríe y se le suben los colores. —Nunca he conocido a nadie como él. Pero pienso que lo mejor es que la cosa acabe así, como un capítulo suelto de un cuento de hadas. —¿Estás segura? Porque tus ojos dicen otra cosa... Mira, te quedan unas pocas horas: ¡aprovéchelas! —le aconseja el chico, comprensivo. —Entonces ¿crees que no hago mal si voy a verlo? —Yo no soy quién para decidir por ti — responde Andrés—. Sigue tu instinto, lo que te dicte el corazón. Eso será lo correcto —afirma. Su hermana sonríe: es justo lo que ella misma se había dicho ya: «Sigue tus sentimientos y todo irá bien»—. Pase lo pase, siempre estaré contigo. Ella se levanta de la cama llena de energía y le da un fuerte abrazo a su hermano. —¡Gracias! ¡Eres el mejor! Pero cuando está a punto de salir un pensamiento la detiene, se dirige al teléfono y marca el número de Óscar; los tonos van pasando, salta el contestador, Sole suspira y deja el siguiente mensaje: —Hola... He intentado llamarte... Durante estos días han pasado cosas. Supongo que el verano nos cambia, ¿no? Al menos, yo me siento una persona diferente. Y probablemente tú también seas diferente de ese chico a quien dejé en la ciudad y que no dejaba de repetirme cuánto me iba a echar de menos, porque hace ya demasiados días que no sé de ti. Vuelvo hoy mismo a la ciudad y... tenemos que hablar.

Sole emprende el camino polvoriento en dirección al pueblo. Entonces divisa a Clara, que se aproxima. —¿Vas a ver a mi hermano? —¡Sí! —responde con una gran sonrisa emocionada. —¡Pues yo voy a ver a Álex! —¡Suerte! Las dos amigas se cogen de las manos y ríen de felicidad. La cuenta atrás ha empezado para las dos... Clara le guiña un ojo a Sole y se despide, pedalea con energía hacia su meta. Allí, Andrés la ve desde su habitación y baja a recibirla. —Te juro que en este instante estaba pensando en ti —le dice. La chica deja la bici en el suelo y corre hacia él. —Quiero estar contigo hasta el último momento.

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⏰ Última actualización: Jul 07, 2016 ⏰

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