Ligeros como los columpios

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—¡Buenas noches! Antes de darle paso al DJ, hay un amor invisible que le ha dejado un mensaje a Iris. ¿Estás por aquí, Iris? Iris no sabe dónde meterse. Todas las miradas se vuelven hacia ella y, por mucho que se cubra la cara con la mano, no hay nada que hacer... —Iris, ¿estás ahí? —Un hombre joven, que parece ser el organizador de las fiestas, vuelve a llamarla. —¡Está aquí! —grita uno de los chicos del pueblo mientras la señala con el dedo. —Jolín... —susurra ella.

—No te lo tomes así... ¿No dijiste que esta noche era tuya? —le dice Ana. —Tienes razón. —Iris levanta la mano y saluda mientras reparte sonrisas. El hombre del micro se dirige a ella. —Hay alguien muy especial que te quiere dedicar... ¡ESTO! —Se oye una explosión, y del cielo caen miles de papelitos de colores. ¡Es una lluvia de confeti! «¡Qué vergüenza!», piensa Iris. Pero al mismo tiempo, también encuentra romántico que su admirador desconocido le haya regalado esa lluvia de confeti. Tras la sorpresa, Iris busca a Álex con la mirada. El chico también la está mirando. Más aún: ¡se dirige hacia ella! «Seguro que viene a pedirme que bailemos. Pues que sepa que tengo unas cuantas cosas que decirle; por ejemplo, que... Pero ¿qué hace? ¿Adónde va?»

La muchacha se queda de piedra. Álex no la estaba mirando a ella, ni caminaba a su encuentro. Está bailando con otra: ¡ESTÁ BAILANDO CON SOLE! Esto es demasiado. Iris se siente confusa. ¿Por qué se comporta Álex así? ¿Quizá porque no es quien ella se imaginaba? Sin pensárselo dos veces, y sin despedirse de nadie, decide irse de ahí lo más rápido posible. Lo último que quiere es quedar en ridículo. Ana la deja ir sin decirle nada: también se ha quedado a cuadros. Jaime, que intuye lo que ha sucedido, decide alcanzarla: —¡Iris! —le grita mientras corre hacia ella, lejos de la plaza. —¿Qué quieres? Jaime recobra el aliento. —Es que me sabe mal lo que ha pasado. —Tú no tienes la culpa. No te preocupes. —Pero ¿estás bien? —Más o menos. ¿Por qué has venido?

—No lo sé. —Jaime se rasca la cabeza—. Esta historia del amor invisible te está afectando, y he pensado que quizá te gustaría hablar de ello. —Eres muy amable, pero creo que me voy a dormir. —Está bien... Buenas noches. —Jaime se retira y da media vuelta. Pero Iris lo llama cuando apenas ha recorrido diez metros: —Oye, Jaime... —¿Sí? —A veces pienso que si fueras tú el amor invisible, todo sería más fácil... —Ya... Pero no lo soy —contesta el chico con el corazón en un puño. Ha tenido una oportunidad de oro para descubrirse, pero... no ha sido capaz.

Al cabo de un rato, Andrés llega a la plaza agarrando a Clara por la cintura. La chica tiene media cara oculta tras una nube de algodón de

azúcar. Se van a sentar en un banco y él mira a su alrededor con atención. —¿Estás nervioso? —No quiero encontrarme con Dani, eso es todo. —Entonces ¿por qué lo buscas? —Por si viene... —dice el chico. —Acompáñame... —Ella le toma la mano y se dirigen hasta la zona de baile, justo delante del bar, donde seguro que estará Dani. Una vez allí, Clara le da un beso, de los que hacen saltar chispas, de película. —Ahora es oficial —le susurra la chica a los labios. —¿Esto quiere decir que estás enamorada? —¡Sí, lo estoy! —Ella se arroja a sus brazos y él la eleva dando una vuelta entera. Ana ve la romántica escena desde la terraza y, sin pensárselo dos veces, coge su libreta y se deja llevar por la inspiración.

—¿Escribiendo a estas horas? —le pregunta Clara, que aparece a sus espaldas. —¡Justo vosotros! Os acabo de ver y me habéis inspirado. —Alza la vista—. Os estaba haciendo una poesía fotográfica. —¿Qué es eso? —pregunta Andrés. —Es una pequeña poesía de lo que veo, en el instante que lo veo. Si una cámara de fotos capta la luz del momento, yo intento captar la poesía del momento. Lo llamo fotopoesía. —¡Anda, qué chulo! ¿Nos la puedes leer? — pregunta él. —A ver qué os parece:

Dos cuerpos entre muchos cuerpos. Dos miradas entre tantas miradas. Hoy la noche es de ellos. Es el tiempo de los amantes...

—Caray... ¿Eso lo has escrito ahora? —Clara está fascinada.

Enseñame el cielo. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora