15. Confianza

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-Hoy duermes aquí.- dijo Lucius como si nada, después de la explosión. Podía sentir su asquerosa e inexplicable felicidad.- Si quieres ser como yo debes aprender a no desobedecer a tus superiores... Si yo fuera el Señor Tenebroso ahora mismo estarías muerto.- después de pronunciar la última palabra desapareció junto con un característico sonido del viento alrededor de él. Y poco después el sonido que la niña escuchó fue el de los sollozos de Draco.

Alioth antes quería descubrir más y más cosas y saber la verdad, pero ahora se agobiaba cada vez más. La cabeza le estaba dando vueltas después de haber almacenado tanta información en su mente en tan poco tiempo. Sobre todo no se podía quitar de la cabeza a la Serpiente de metal, con sus ojos verdes, que le confesó al fin el secreto inquietante sobre ella misma: sabía usar la lengua de las serpientes, el Parsel, al igual que su madre y el propio Lord Voldemort... Eso no podía ser bueno: ella no quería seguir el camino de los Slytherin, lo tenía claro. Pero ahora con el descubrimiento se le estaban presentando sus dudas.

A pesar de estar temblando del miedo, la niña tuvo el valor de bajar la escalera para hacer algo que quería hacer desde hace mucho tiempo: volver a ver a su primo. Al escuchar los pasos de la niña sobre la superficie del metal, Draco levantó la cabeza y se quedó sorprendido al ver a Alioth, como si creyese que era un fantasma. La niña no pudo evitar emocionarse y sonreír, mientras se acercó a él para abrazarle. Pero Draco se apartó.

Extrañada y dolida, la niña miró al que había sido casi su hermano durante toda su vida, su único amigo, el único en el que confiaba, el único que la apoyaba... La única persona que la quería... Hasta ahora.

La mirada de Draco se volvió fría mientras que la de Alioth era triste y decepcionada.

-¿Por qué no respondiste a mi carta?- preguntó el niño.

-¡Te respondí! Pero Narcissa me vio, mató a la lechuza y...- a la niña le costaba mantener la compostura.

-¿Qué mamá mató a mi lechuza?- Draco estaba extrañado y enfadado.- Se supone que se perdió por culpa de una tormenta...

-Pues no.- Alioth se secó las lágrimas.- Te han mentido, como siempre han hecho. Yo te quería contar un montón de cosas que he descubierto mientras estaba aquí pero... Visto lo visto no piensas ayudarme.

La niña se dio la vuelta y empezó a subir de nuevo las escaleras de metal. Pero Draco la interrumpió, como era de esperar.

-¡Espera!- la niña paró de subir, pero no se dio la vuelta.- Sé que me han mentido... Lo sé desde el día que usé bombarda contra la ventana. No tienes Spattergroit ni ninguna otra enfermedad mágica. Y te creo sobre lo de que tendrías que ir a Hogwarts. Pero hay algo que no me cuadra...

-¿El qué?- la niña se volteó lentamente.

-Papá no te encerró aquí por nada. Debe de haber alguna razón, aunque no sea del todo justa. Y apuesto lo que sea a que sabes cual es.

Había llegado el momento que Alioth más había temido: no quería decirle a Draco que era mestiza, por lo que él pudiera llegar a hacer. Ahora hasta había dejado de confiar en él, así que tenía aún más miedo decírselo. Podría decirle a Lucius que podía entrar en la habitación de la Serpiente y eso iba a arruinar por completo sus planes y su limitada libertad. Tenía que cambiar de tema.

-Eh... Eso no es importante ahora.- se pensó muy bien las palabras que iba a decir a continuación.- Eres la única persona que puede solucionar algo, Draco. Algo que va a ocurrir en Hogwarts este año.

-¿Qué va a pasar?- parecía que Draco estaba más interesado en lo que Alioth le decía, y eso alegraba mucho a la niña.

-Lucius va a meter en el colegio un diario en el que se encuentra el recuerdo de Tom Ryddle. Ese recuerdo puede hablar igual que hacía el propio Voldemort - Draco tembló un poco al escuchar el nombre - y, según he entendido, su misión es abrir la cámara de los secretos para hacer algo muy grave.

-¿Y qué se supone que puedo hacer yo?- preguntó el niño, extrañado y con los brazos cruzados.

-Eres el único que puede saber del ataque. Tienes que decírselo a Dumbledore, por ejemplo, para que pueda hacer algo y que no pase nada malo.

Draco se quedó un momento en silencio. Luego parecía que su expresión había cambiado.

-Papá me ha explicado varias veces la historia del Señor Tenebroso y el Basilisco y no está del todo mal. El heredero de Slytherin habla parsel y puede controlar al monstruo y mandarle lo que él quiera. Tom Ryddle quería matar a los sangre sucia y mató a una, así que eso es bueno. Y yo creo que, si yo fuera Tom y volviera a estar en el colegio, mataría a Harry Potter por haber provocado su caída.- con la última frase el niño sonrió y Alioth admitió que ese pensamiento de Draco podía ser verdad. Tenía mucho sentido, demasiado. Pero, aunque su primo detestara a Harry Potter, seguía siendo muy peligroso y cruel dejar fluir por el castillo a un monstruo como lo era el Basilisco.

-Pues yo creo que Harry no tiene la culpa: él no se merece ser perseguido porque Voldemort haya intentado matarle sin éxito.

-Pues crees mal. Él tiene la culpa de todo. Además es... asqueroso, por no decir de sus amigos: un pobretón y una sangre sucia. Alguien así no puede ser bueno.

-¿Y por qué ser sangre sucia te parece malo?- aquel comentario de Draco le empezaba a molestar.- Aunque sea hija de muggles sigue siendo una bruja, como tú y como todos.

-No es una bruja, es una ladrona...

-Draco no digas tonterías.- el tono de la niña se volvió muy serio.- Si los muggles pudiesen robar la magia habría muchísimos más magos y brujas. No se puede robar la magia, ¡no es algo material! Los muggles solo pueden robar objetos.

-¿Y por qué ahora te preocupas tanto por defender a los sangre sucia? Parece que haber estado encerrada aquí te ha afectado a la cabeza.

Aquello sacó de sus casillas a la niña. Ya no le importó que se supiera la verdad. Ya no le importaba que Lucius la descubriera allí. Estaba enfadadísima.

-Draco... - notaba la furia fluir por sus venas.- ¿Qué acabas de decir?

Al notar que la había fastidiado, Draco se quedó en silencio, arrepentido. Pero eso Alioth no se lo tomó muy bien.

Los objetos de la sala empezaron a flotar: los libros, las estatuas, las estanterías y hasta los pedazos de metal que antes formaban a la Serpiente. Todos dirigidos a Draco, dispuestos a aplastarle, con la niña a la cabeza.

-¿¡QUÉ ACABAS DE DECIR!? - repitió la niña. Draco estaba al borde del llanto. Intentó calmarla.

-Alioth... Para... Lo siento, no quise decir eso, te lo juro...- le explicó.

-No te creo. ¡Ahora me odias!- repuso la niña, mientras seguía sujetando los objetos en el aire.

-¡No te odio! ¡Alioth, tú no eres así!

-¡ME ODIAS! ¡SIEMPRE ME HAS ODIADO! Y ahora te vas a enterar...- acercó un poco más los objetos flotantes a su primo.

-¡Alioth! ¡Deja de ser lo que siempre has temido! Por favor...

Poco a poco, las cosas que flotaban empezaron a caer levemente, así como Alioth. La niña cerró los ojos y se hizo un ovillo en el suelo. No podía creer lo que había hecho.

-Lo siento... No quería hacerlo.- miró fijamente a su primo a los ojos.- Es que... Esto es muy difícil y tú vas a odiarme en cuanto lo sepas...

-Me da igual lo que sea. Te ayudaré. Salvaré a Harry Potter del Basilisco si hace falta... Pero por favor, confía en mi y dímelo.- se agachó a su lado y la sostuvo entre sus brazos.

El momento más temido estaba a punto de llegar. Al fin, Alioth confió.

-Draco... Soy mestiza.

Harry Potter y La Mestiza Olvidada ||SEMANAL||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora