18. Libertad incendiada

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El calor volvía a la gran mansión de los Malfoy. El ambiente en la casa cambiaba para todos, menos para Alioth, que seguía tan sola como siempre, aunque más esperanzada y valiente que nunca. Pronto saldría de aquel lugar.

A veces escuchaba las broncas de Lucius hacia Draco o a su mujer, o a Narcissa llamando a Draco o a su marido, pero el niño no solía hablar mucho desde que volvió del colegio. Seguramente fuera para no equivocarse y decir algo que no debía, o porque estaba tan deprimido que no le salían las palabras, pero la niña no podía saberlo con seguridad porque no tenía la oportunidad de verle ni de hablar con él, ni tampoco se iba a arriesgar a hacerlo. Estaba demasiado cerca de su libertad.

Los elementos clave que la Serpiente le mostró estaban casi listos: los libros de hechizos estaban preparados dentro del compartimento de su armario, esperando a ser recogidos para la huida; la capa de espejos con la que había visto que moriría seguía colgada en un perchero de la habitación de la antigua serpiente, ya que a la niña no le daba muy buenas sensaciones cogerla; y, por último, la varita seguía completamente desaparecida. Había buscado en todos los cajones de la habitación, pero ésta no se encontraba en ninguna parte. Pero, pensó, si no aparecía la varita significaba que el futuro de la Serpiente era incierto, así que su muerte también sería falsa. Pero aquel alivio no duró mucho porque, a pocos días del inicio de agosto, ya había localizado la varita, confirmando su terrible y amargo destino.

Su plan de huida era sencillo: metería todos los libros en una vieja cartera que había por allí, se colocaría la capa de espejos sobre los hombros y saldría a la aventura con varita en mano, esperando que los Malfoy descubrieran lo más tarde posible que se había ido. Desde aquel bosque que se vislumbraba por la ventana intentaría ir a Londres preguntando a la gente que encontrara después de salir de éste y desde allí al callejón Diagon, donde podría pedir ayuda a otros magos. Junto a la varita había encontrado la bolsa llena de monedas, en las que había tanto muggles como mágicas, por lo que no habría problema para viajar. El verdadero problema era que no sabía cuando salir de la casa exactamente, si es que había un día específico que fuera el momento indicado.

Pero un día como cualquier otro, ocurrió algo inusual con el que supo que había llegado su momento. No tenía una razón clara, simplemente su corazón la llamaba a salir ya de la casa y le indicaba que ya era hora. Así que, aún siendo las tres y media de la madrugada, Alioth cogió su cartera, metió dentro la varita, entró por última vez en el armario y bajó por el agujero hasta la extraña sala, despidiendo lo que alguna vez había sido su hogar. Al llegar abajo y no ver bien, encendió una vela con una cerilla que había por allí y la dejó sobre una mesita. Con la luz pudo vislumbrar el equipaje que le quedaba, la capa, así que la cogió y se la puso temblorosa. Ya estaba lista.

Mientras abría con cuidado la ventana del sótano intentado no hacer ruido, decidió varias cosas que iba a hacer en su viaje: con el dinero compraría ropa muggle y comida y, si le sobraba algo, una varita nueva. Había leído en varios libros que las varitas heredadas no solían ser tan buenas que las propias, así que aquella era una buena elección. Luego, sin duda alguna, partiría a Hogwarts, el lugar más seguro del mundo mágico, donde nadie malo podría encontrarla.

Se encontraba ya casi fuera de su prisión: con cada centímetro de su cuerpo que pisaba el bosque, más libre se sentía y a la vez más feliz. Aquella noche no tenía miedo en absoluto, porque era su momento. Ni siquiera pensaba en la imagen de la Serpiente, aquella que predecía su muerte.

Al salir del todo y poner los pies por fin sobre el suelo del frondoso bosque, se sintió viva. El viento fresco del verano nocturno acariciaba suavemente sus mejillas. Cerró la ventana y comprobó que solo quedaba eso de su casa: una abertura con un cristal en el suelo. No sabía para que utilidad podría haber sido fabricado aquello, pero esperaba con toda su alma que Lucius nunca supiera que había salido por allí, al menos hasta que estuviera bien lejos de aquel lugar y, sobre todo, a salvo.

Harry Potter y La Mestiza Olvidada ||SEMANAL||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora