32. Su única esperanza

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Nada más que conseguieron entrar dentro del sauce boxeador, Sirius se quitó la capa de espejos y le dió a Alioth un fuerte abrazo. Se quedaron así durante un rato, como si se hubiesen reencontrado por primera vez después de años sin verse. Que, en parte, tenía mucho de verdad.

Caminaron por los túneles de la mano, como si ninguno quisiese perder al otro nunca, no otra vez. Había sido una terrible injusticia que les hubiesen separado tan pronto, y más habiendo sido sin su consentimiento. Se prometieron que no volvería a pasar jamás.

Cuando llegaron a la casa de los gritos, Sirius le contó a Alioth todo lo que había visto en el pensadero: su época en Hogwarts con Violet Tonks, la huida que los dos tuvieron que hacer, la alegría cuando llegó ella al mundo y, finalmente, la inevitable pérdida de memoria. Alioth no entendía por qué su madre no había elegido otra alternativa.

—Ideamos miles de ellas.- dijo Sirius, muy enfadado.- Huir los dos contigo y dejar el plan para más adelante; huir yo solo contigo mientras ella se encargaba; ¡hasta había opción de llevar a cabo el plan los dos y dejarte con James y Lily! -suspiró.- Pero se ve que ella nunca me tuvo en cuenta.

—A lo mejor pensó en dejarme con los Potter pero fueron... asesinados antes de que pudiera hacerlo.- dijo Alioth, intentando tener cuidado con las palabras que usaba para no hacer daño a su padre. A él se le oscureció el rostro.- Lo siento...

—Nada, no pasa nada.- dijo él, intentando quitarle la mucha importancia que tenía.- Ya ha pasado demasiado tiempo. He de empezar a superarlo.

Alioth se acercó a darle un abrazo a su padre. Este le respondió con un beso en la cabeza. Hacía muchísimo que la niña no recibía cariño así, por no decir que nunca lo había recibido.

Pasaron semanas allí, sin saber cómo solucionarlo todo sin que les pillaran. Intentaron llevar a Peter Pettigrew hacia ellos, por medio de un gato que se había hecho amigo de Sirius, que debía pertenecer a algún alumno de Hogwarts.

—Se parece mucho a Fuzz, el gato que tenían los Potter - decía Sirius.- Le dices lo que tiene que hacer y lo entiende. Es increíble.

Al ver que el gato volvía siempre sin nada, Sirius se desesperaba: tenía miedo de que ese traidor se acercara a su ahijado y le hiciera daño. Intentó varias veces ir él mismo, pero Alioth no se lo permitía: era un suicidio hacer eso. Ya encontrarían otra manera, se decían.

Pero el tiempo pasaba, y esa manera no llegaba.

Hasta que un día, Alioth propuso lo inevitable: entrar en Hogwarts ella misma y hablar con Dumbledore. Sirius no estaba de acuerdo, no quería dejarla sola después de todo lo que había pasado. Le parecía muy peligroso, teniendo detrás de ella a Lucius, al Ministerio y habiendo un asesino suelto en forma de rata.

—Ni de coña, no vas a hacer eso.- negaba rontúndamente.- Si sale mal, podrías acabar en un orfanato o en una familia de acogida. O peor: en Azkaban.

—Los menores de 17 años no pueden entrar en Azkaban, nos lo decía Narcissa cuando Lucius nos asustaba con eso.

—¿Y qué crees que pretendo hacer yo?- dijo Sirius, encogiéndose de hombros.- Vale, no puedes entrar en Azkaban, pero las otras dos cosas son ciertas.

–Pero Dumbledore es sabio, seguro que entiende la situación.- decía ella, con la esperanza de que accediera.

—Perdí la fe en Dumbledore cuando dejó que me pudriera en esa cárcel.- decía Sirius, enfadado.- Él sabía el dilema que yo tenía sobre quién podría ser mejor guardián, si Peter o yo. Yo mismo se lo conté.

—¿Quieres decir que Dumbledore siempre ha sabido que eras inocente y nunca hizo nada?

—No lo sabía seguro, pero confió más en él que en mí, por su falsa muerte.

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⏰ Última actualización: Mar 19, 2019 ⏰

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Harry Potter y La Mestiza Olvidada ||SEMANAL||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora