13. El niño incomprendido

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Algo comenzó a ocurrir en ese momento, algo inaudito: la estatua plateada comenzó a estirarse y a moverse, como si de pronto hubiese cobrado vida. Y, en parte, así era. Su cuerpo empezó a separarse entre sí para poder dejarlo libremente sobre el suelo, y no como antes, agrupado como la estatua que era, sino como una serpiente viva, de verdad. Sus ojos rojos comenzaron a brillar con tal intensidad que iluminaban toda la estancia, hasta que la luz roja pasó a ser verde. Los dos ojos ahora verde esmeralda estuvieron clavados fijamente en la niña, como si se tratara de una presa a la que el feroz reptil fuese a devorar. Alioth retrocedió un par de pasos y se arrepintió casi al segundo de haber despertado al animal. A continuación, el reptil abrió sus fauces, enseñando dos colmillos tan grandes como un brazo de un niño y en la que parecía caber uno entero. La niña cerró los ojos esperando lo peor, pero la serpiente comenzó a hablar con voz pausada y tranquila.

-Alioth Rose Black, hija de la más brillante serpiente que ha conocido el mundo: mereces mi ayuda y respeto. No tengas miedo...

Al escucharla, la niña abrió un poco los ojos y se topó con la misma serpiente de antes, igual de amenazadora, con la misma mirada asesina, con los mismos dientes afilados... Pero con su voz había conseguido algo de confianza hacia el enorme animal plateado.

-¿Có...cómo sabes mi nombre?- preguntó, ya menos temerosa.- ¿Y qué has dicho de mi madre?

-Aunque no pueda moverme, siempre he estado aquí, Alioth. He presenciado muchas cosas, desde hace siglos que se construyó esta mansión. Y también desde el día en el que entraste por primera vez en este desván, para salvar a tu primo, hasta el día de hoy, que hemos presenciado juntos una conversación más importante de lo que crees. Algo que rebela mucho... solo si unes todas las piezas.

A Alioth le daba la sensación de que aquel momento no era real, de que nada de lo que le ocurría últimamente era real. Nada tenía sentido, cada vez se le estaban presentado pistas que no sabía descifrar, interrogantes nuevos por los que no dormir... Y ahora una serpiente de metal le hablaba. ¿Por qué tenía que ocurrirle todo a ella?

Aunque tenía ganas de dejar allí a la serpiente y subirse a su cuarto para intentar descansar o al menos para llorar, mantuvo las lágrimas a raya, se quedó dónde estaba y no tuvo más remedio que seguir. Porque era lo correcto y porque necesitaba sacarse de una vez de la cabeza todas las dudas que le acechaban.

-¿Cómo puedes ayudarme?- dijo casi en un susurro.

-Puedo explicarte lo que ves y mostrarte lo que no ves.- dijo sabiamente la serpiente.- Pasado, presente y futuro. Un sólo momento de cada uno bastará para que sigas tu camino.

-¿Cómo?- Alioth no entendía del todo bien lo que le acababa de decir.

-Puedo ayudarte a conseguir lo que quieres, Alioth.

-¿Y si no sé lo que realmente quiero?

-Yo sí que lo sé y tu subconsciente también: quieres darle a Lucius su merecido y recuperar lo que es tuyo. Quieres recuperar tu libertad, tu magia y tu familia. Básicamente, quieres tener una vida normal.

La serpiente realmente tenía razón y la conocía perfectamente, a pesar de no haber hablado con ella nunca hasta entonces. Y ahora que tenía una fuente tan valiosa de información y de ayuda, tenía que aprovecharla.

-Si puedes explicarme lo que he visto, explícame todo lo relacionado con la conversación que escuché antes.

La estatua comenzó a relatar la historia de un niño incomprendido que sabía hablar con las serpientes. Fue a Hogwarts a estudiar magia como cualquier otro pero, gracias a su don, pudo abrir la cámara de los secretos, una sala creada por Salazar Slytherin oculta del castillo en la que se ocultaba un terrible monstruo: el basilisco. El monstruo podía ser utilizado con la lengua parsel (la de las serpientes) para acabar con los enemigos del heredero, que solían ser los sangre sucia. Él lo utilizó para matar a una niña hace cincuenta años. Y el niño pronto se convertiría en Lord Voldemort.

-Después de descubrir el talento que tenía, Voldemort se dió cuenta de que podía utilizarlo para lo que quisiera: decidió utilizarlo para hacer el mal. Tom Ryddle se llamaba, un nombre muggle, así que decidió cambiarlo al actual.

Ahora Alioth sabía de que le sonaba el nombre de Ryddle. También había entendido que Voldemort había abierto la cámara de los secretos cuando era joven y que, si como decía era "un recuerdo" tal vez podía volver a hacerlo. Pero, ¿qué había de los horrocruxes? ¿Y cómo había hecho para conseguir mantenerse hasta ahora en ese diario? La serpiente siguió hablando.

-Pero no quería limitarse a matar gente, no, quería ser más poderoso que cualquier otro mago conocido: quería ser inmortal. Para ello creó los horrocruxes. Un horrocrux es un trozo de alma que está guardada dentro de un objeto. Así tu vida no se limita a que destruyan tu cuerpo, sino que también se tiene que descubrir el paradero del objeto y destrozarlo. Parecerá normal y útil, pero es la magia más cruel jamás conocida: para conseguir fragmentar tu alma tienes que matar, hacer desvanecer una vida del mundo para que tú tengas una segunda oportunidad. ¿Una segunda? Ryddle no se conformaba. Él hizo siete horrocruxes. Tiene otras siete oportunidades. Siete personas menos en el mundo. Siete objetos ocultos. Y, ahora mismo, en los siete objetos sigue viviendo una parte de Voldemort.

Ahora todo tenía sentido. No le hizo falta que la serpiente le explicara nada más: el diario era un horrocrux y si Lucius lo llevaba a Hogwarts podrían pasar cosas terribles. Y además, al contrario de lo que pensaba todo el mundo, Voldemort seguía vivo. Y ella era de las únicas personas que lo sabían. Y por eso mandó Regulus a Kreacher destruir el guardapelo: para empezar a destruir a Voldemort poco a poco.

Ahora lo que tenía que hacer era intentar destruir el diario por su cuenta y descubrir si Kreacher consiguió acabar con el guardapelo. Pero si estaba allí encerrada no podía hacer nada. Solo tenía de ayuda a la estatua que tenía delante, así que decidió preguntarle.

-¿Sabes si Kreacher el elfo doméstico está vivo?- cuando le preguntó sintió que no había tenido sentido decir eso en ese momento pero, inexplicablemente, la serpiente sabía por qué quería saberlo.

-¿Ya lo entiendes todo, eh? Te lo diría pero creo que no lo voy a hacer. Solo te puedo enseñar tres momentos, como te dije antes, presente, pasado y futuro. Sé que el presente que quiero que sepas es más importante que el que piensas que quieres saber.

-¿Y cómo lo sabes?- preguntó Alioth. La estatua empezaba a confundirla de nuevo.

-Confía en mi: solo te digo que tú podrías averiguarlo por ti misma si descubrieras cómo. Ahora mírame fijamente a los ojos.

Aunque no entendía muy bien por qué tenía que hacerlo, Alioth miró sus ojos verde esmeralda.

-¿Pasado, presente o futuro? ¿Qué quieres ver primero?

-Pasado.

-Entiendo. El pasado es importante para las personas a las que ha sido negado...

Su voz metálica fue disminuyendo hasta el silencio. Su cuerpo se introdujo como en otra dimensión, y comenzó a ver y sentir cosas que no había experimentado antes...

Harry Potter y La Mestiza Olvidada ||SEMANAL||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora