6:15 pm.
Fui hasta mi habitación y guardé la foto entre unos de dibujos que había hecho.
No debo dejar por nada del mundo que mi madre sepa que la tengo. Este es un buen lugar, ella nunca se interesó por mis cosas.
Soy muy buen dibujante, pero cada vez que le quiero mostrar algo a mi madre se pone furiosa y me manda a mi cuarto. Nunca entenderé el por qué.
08:00 pm
-Rubén, vamos, a cenar- grita la única mujer que hay en casa.
-No tengo hambre mamá- respondo
Y es que era cierto, con todo lo que pasó hoy, el apetito había desaparecido en mí.
A demás había comido un pequeño sándwich, que había sobrado de la noche anterior
En lo único que podía pensar era en mi madre llorando por quién sabe qué y en el amable chico que me ha ayudado con esos capullos.
-Como quieras- se la oye decir a mi madre después de hace varios minutos que yo le había respondido.
Volví a agarrar la foto para observarla con más detalles.
En ella se encontraba un hombre de aproximadamente 35 años sentado en un sillón rojo carmesí.
Su cara era perturbadora, serio como él mismo. Aunque en los tiempos de antes es cierto que no se hacen esas caras que hacen los adolescentes hoy en día.
Iba vestido de camisa y corbata, había cuadros por atrás de él con cabezas de animales colgadas, eso si que me dejó algo confundido.
Escucho que se acerca mi madre y guardo rápidamente todo en mi estante.
-Buenas noches Rubén- susurra.
-Buenas noches madre- le sigo.
Entre el tiempo que estuve mirando la foto y tratando de descifrar los pequeños detalles que se encontraban en ella, ya se habían hecho las 11:00 de la noche.
Me puse mi pijama a cuadros junto con una remera de Mario y me digné a dormir.
Pero eso se me hizo demasiado difícil.
Cada vez que cerraba los ojos se me venía a la mente lo que ocurrió hoy por la tarde.
"Me llamo Miguel Ángel, dime Mangel"
"Anda tío, te acompaño"
"Espero que te mejores"
Joder, nadie fue así conmigo nunca.
