Capitulo 2

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"Just Cut The Paper" (Sólo corta el Papel)

Era sábado. Lo que para _____ era una salvación. Pero no por mucho.

Lourdes entró a su habitación, abriendo la puerta casi de una patada.

—¡No te escaparás de esta, rata!—gritó mientras cerraba la puerta y se abalanzaba hacia ella con aires de enojo y furia.

"No de nuevo... por favor" suplicó _____ en su mente.

Pero era demasiado tarde. Lourdes ya la había tirado al piso. Si no era Beth quién la maltrataba, sería Lourdes. Beth y Lourdes eran básicamente clones, ambas eran mejores amigas. De seguro Beth le había dicho que terminara su trabajo.

La empezó a golpear con sus fuertes puños.

—¡Por favor Lourdes, no lo hagas!

Pero Lourdes parecía no escucharle. ¿Dónde había quedado aquella chica de ojos vivos, tierna y amorosa? Se había ido a la misma mierda. 

Pero llegó su salvación. Tocaron el timbre.

Lourdes tragó saliva y la miró fijamente a los ojos. Sorprendentemente, _____ los pudo ver inyectados en sangre, de ira, de enojo, pena y dolor.

—Dices una palabra de tu sucia boca de perra y te juro que te mato con mis propias manos y te haré sufrir hasta tu último segundo de vida.

_____ asintió débilmente, tratando de alejar el dolor de ella. Lourdes salió de su habitación y _____ aprovechó de correr hacia su baño y mirarse en el espejo. Estaba... irreconocible.

—¡¿Quién es la chica que está en el espejo?!—gritó _____ con lágrimas en los ojos—¡¿Quién soy yo?!

Un profundo dolor en su pecho la invadió. Casi cómo por arte de una fuerza maligna, tropezó, cayendo frente al espejo y rompiéndolo en miles de pedazos.

Observó los fragmentos de vidrio por todo el lugar y sintió tristeza y asco de si misma. Los demás tenían razón: era un desastre caminante, una abominación del mundo.

Cerró la puerta con llave y llorando, tomó el fragmento de vidrio que ella consideró el más punzante y lo acercó a su muñeca. Cerró los ojos y pensó en las razones por las que debía poner fin a su vida, que era un camino corto.

"Todo" pensó ella.

Recordó a Anna, la única persona en el mundo que la había apoyado...

Flashback (Recuerdo):

Tenía apenas trece años. Le hacían bullying en aquel entonces. Vio a una pequeña pelirroja, pequeña de estatura, pero grande de espíritu.

—¿Cuál es tu nombre?—le preguntó _____, sentándose a su lado.

—Anna—respondió la pelirroja con entusiasmo—¿Y el tuyo?

—_____.

—¿Quieres que seamos amigas?

—¡Por supuesto!

Aquel fue el comienzo de una gran amistad. Pasaron los años y ambas compartían sus problemas. Una tarde, después de que la pelirroja de Anna llegara corriendo y con lágrimas en los ojos a la casa de _____, fue cuándo supo en verdad cuánto le importaba.

—Mi padre me golpeó... nuevamente. No puedo seguir con esto, no quiero ver sufrir a mi madre por un estúpido. Creo que la mejor opción sería... suicidarme—le confesó Anna, llorando.

—¡No! ¡Por favor Anna, no me dejes sola, te lo pido! Prométeme algo... por favor... prométeme que nunca lo harás—exclamó _____, también llorando.

—Está bien... te lo prometo...

Fin del Flashback.

—Eres una mentirosa Anna... no cumpliste tu promesa—susurró _____, acercando aún más la fibra de vidrio hacia su muñeca—Te quiero de vuelta, pero sé que no volverás... así que me iré contigo.

Presionó el vidrio, haciéndose un grave corte. El dolor no estaba, pero la cantidad se sangre que salía era impresionante. _____ ahogó un grito. ¡¿Qué demonios había hecho?!

Se armó de valor, del poco que tenía y se hizo otro corte. Y otro. Y otro más. 

En segundos, el baño estaba hecho una escena de crimen. Bañado en sangre. Y _____ inhaló aire, esperando que fuera su último aliento.

Tocaron la puerta del baño varias veces. Pero _____ no podía hablar, el dolor se lo impedía. Se le nubló la vista y perdió la habilidad de moverse. Escuchó la puerta abrirse y con su vista nublada, pudo ver aquellos ojos mieles que ella conocía perfectamente.

Con todas sus fuerzas, susurró:

—Déjenme morir...

{...}

Despertó en un cuarto que no era el suyo. Ni tampoco parecía la habitación de un hospital. Sintió la suavidad de unas sábanas de terciopelo. Miró la habitación: inspeccionó cada centímetro de ella. Parecía la habitación de un chico. 

El dolor aún permanecía en sus muñecas. Las observó, estaban vendadas a la perfección, como hechas por un profesional. Intentó levantarse, pero no podía. Se sentía demasiado cansada y delicada. 

Llevaba tan sólo una playera, su brassier y sus bragas. Y lo peor es que esa playera no era de ella.

"¿Dónde estoy?" se preguntó ella una y otra vez.

Observó el pequeño mueble al lado suyo. Tenía un celular moderno. Lo cogió en sus frágiles manos, y reprimió un grito al sentirlo rozarle las vendas, aquel pedazo de tela que separaba la vida de sus heridas.

Había una foto de una niña pequeña. Tenía el cabello casi rubio, un poco oscuro. Aparentaba no menos de siete años. Al lado de la niña, había un chico. Tenía menos que la niña. Su cabello era brillante, cómo el sol. Ambos sonreían en la foto. _____ sintió una ternura extrema al ver la foto.

Sintió que la puerta se abría y rápidamente dejó el teléfono en su lugar correspondiente.

—¿Justin?—preguntó ella, al ver un musculoso y alto cuerpo, sin camisa y con tan sólo unos pantalones. Ella tragó saliva, al recordar que él la había visto desnuda.

—Eh... hola... _____—respondió frío.

_____ lo miró, esperando a que dijera algo que le pudiera indicar lo que había pasado, aún que ella lo sabía a la perfección... bueno, no del todo.

—¿Dónde estoy? ¿Dónde está mi papá?—preguntó con timidez, esperando que no le respondiera a gritos.

—Estás en mi cuarto y tu papá está en tu casa. Te he traído hasta aquí... pasé por tu casa a buscar a Lourdes y decidí entrar a tu cuarto. Cómo vi que no estabas decidí entrar al baño y te vi... allí. No es que me importe, ni nada.

"No es que me importe, ni nada" repitió su conciencia. Exacto, otra razón más para suicidarse: no le importaba a nadie.

—¿Por qué no me dejaste morir?—soltó ella. Luego se arrepintió de sus palabras.

—¿Por qué iba a hacerlo? Todos merecemos la vida, incluso tú, rarita.

—Deja de molestarme, Justin...—murmuró ella, al borde de las lágrimas.

Justin se acercó hacia ella y se arrodilló, tomándola de su muñeca con delicadeza para no hacerle doler por sus cortes.

—No lo hagas más. Recuerda, las muñecas no se cortan, sólo el papel.

Dicho esto, desapareció por la puerta, dejando a _____ sola.

AWKWARD. | j.b |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora