Capitulo 5

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Habían pasado tan sólo unas horas desde que _____ había probado los labios de Justin, lo que había dado el inicio de las centésimas de veces que lo haría después. Se encontraba en una heladería con él, saboreando aquel exquisito helado sabor chocolate mientras evitaba atragantarse de la risa -literalmente- Justin era muy gracioso y... muy lindo. No había segundo alguno donde no le sacara una sonrisa. Incluso empezó a preguntarse si se estaba enamorando pero, la respuesta era muy obvia. Una vocecilla en lo más profundo de su conciencia hacía eco dentro de su cuerpo, advirtiéndole que no se enamorara, que no jugara con fuego pero... era demasiado tarde. No había podido resistirse al juego de Justin, se había subido a la montaña rusa con él y no quería bajarse. De todos modos... ¿Qué daño le hacía él a ella?

“Mucho” pensó. Pero de todos modos no quería echarse hacia atrás, no quería. Por mucho que debiera, no lo iba a hacer. Iba a romper todas las reglas inventadas por ella misma, cómo la de salir con alguien mucho más popular a ella y allí estaba: sentada en una heladería, muerta de la risa, con el mismísimo Justin Bieber, el chico más popular del Instituto. Vaya, las mismas reglas que ella se había establecido se habían ido a la mierda.

—Oh dios mío Justin... si sigues contando chistes juro que te tiro todo el helado de chocolate que me queda antes que me atragante de la risa...—exclamó ella mientras hacía esfuerzos por respirar de tanto reírse.

—Vale, vale... pero no te escaparás de... ¡Esto!—gritó Justin para abalanzarse sobre ella, haciéndole cosquillas.

Y allí estaban, como dos perfectos enamorados haciendo una escenita de amor en una heladería. Las risas inundaban el lugar y la gente del lugar los miraban con ternura. “Qué bonita pareja”-decían-”Ellos se aman de verdad”

Pero... ¿Qué eran ellos en verdad? ¿Novios? ¿Qué eran? Por el momento, no lo sé.

—¡Es tiempo de irnos!—gritó Justin, dejando el dinero sobre la mesa—Vámonos linda.

—¡No quiero irme!—replicó ella, haciendo puchero y frunciendo el ceño tratando de parecer enojada. Justin río y la tomó en brazos, besándola con ternura.

—Que pena, pues eso harás.

Justin, aún con ella en brazos siguió caminando cómo si nada raro pasara y la llevó hasta el auto. La acomodó delicadamente en el asiento y luego se sentó en el asiento de piloto. Puso las llaves y empezó a conducir hacia la casa de ______.

—Parece que te estabas divirtiendo de más, preciosa.

Su voz calmó, de alguna manera a _____... ella estaba nerviosa. Se sintió en casa, aún estando en el auto. Con alguien. Con él. Con Justin.

De alguna manera, ese chico irradiaba amor. O al menos hacia ella. La hacía sentir segura, tranquila... serena. No había tenido su primer novio, su primer amor, hasta que lo conoció a él. Su primer beso... había sido con él. El chico que durante años la había ignorado, que con suerte la miraba en clases... él, él la amaba. Y ella a él. Se estaba enamorando y no podía negarlo. La cuestión era si él lo admitiría, si él iba a aceptarlo. Él pertenecía a otro mundo, el de los populares, y ella, al de los pringados. Pero sin embargo, de alguna u otra manera estos dos tórtolos estaban dispuestos a romper las barreras que durante años habían estado intactas, las barreras de los grupos sociales, de las minorías que existían en su sociedad y los separaban. Estaban dispuestos a hacer eso más que nada.

Justin se estaba enamorando cómo nunca antes lo había hecho. Bueno, él nunca se había enamorado y no sabía lo que era el amor hasta que la conoció a ella. Jamás en toda su vida se había dignado a mirarla, ni siquiera a aprender su nombre porque pensaba que no lo necesitaba. Pero la había besado más de una vez y su nombre había quedado grabado en su mente... en su corazón. La necesitaba, la necesitaba mucho más que cualquier persona.

AWKWARD. | j.b |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora