V.

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Ella, esa chica tan extraña, es una luna negra, tan cruel, tan perfecta pero tan imposible y si no aprendía a asimilar esa imposibilidad innata en ella sin duda alguna me iba a consumir hasta perderme a mí mismo en su bello caos.

Entonces, ¿Qué me queda ahora? Entendí que no importa que tanto esfuerzo ponga en mi saltos o con cuánta esperanza levante mis brazos al cielo, la luna siempre será luna y el hombre siempre será hombre, cumplir mi rol es lo que me queda pues apuesto que no soy el primer hombre que se enamora de una luna ni que la Luna Negra sea la única luna que existe y si alcanzarla no está en mi camino futuro entonces sólo puedo sentarme a apreciar su magnificencia, a admirarla a lo lejos, observar si en algún momento se aleja de la tierra o si sólo se queda ahí, observándonos esperando a que otro tonto se enamore de ella.

Puedo decir que no me siento mal, en realidad, me siento exactamente igual que siempre, sólo que algo ebrio y un poco más completo; ahora soy exactamente lo mismo que era antes de ella, antes de encontrarla pero ahora también soy un maldito adicto al tabaco y a la vainilla.

La Luna Negra. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora