Estaba tan borracha que aún me cuesta comprender como atiné a marcar tu número.
Sigo sin saber exactamente qué fue lo que te dije, te grité y te lloré.- tres meses-dijiste con un hilo de voz- tres meses y te devolveré todo lo que te pertenece. (Mentiste, jamás pude recuperar el tiempo que invertí en lo nuestro).
Supongo que dijiste eso porque pensaste que por aquel entonces la aguja del reloj ya habría dado las vueltas suficientes para olvidarnos, o por lo menos, dejar de dolernos, aunque a veces me gusta pensar que tiene algo que ver con el hecho de que el 3 fue el día en el que comenzó todo.A día de hoy sigo sin saber cómo conseguí sobrevivir a tu espera.
Los días se me pasaron más lentos que nunca, y la impotencia me llevó a destrozar más de un calendario.
Te diré, por orgullo, que traté de rehacer mi vida, aunque me conoces tan bien que jamás me creerías.
Intenté beber cerveza, pero joder, hasta su sabor me recordaba a ti; así que fui a por una botella de whiskey escocés, de ese que nunca te hubiese permitido tu sueldo de mierda.
También salí en las noches más oscuras, buscando corazones tan en ruinas como la Pompeya que llevo dentro, intentando llenar el vacío que dejaste cuando nuestro volcán estalló.Y ahora te veo a lo lejos, esperándome,
mientras camino hacia ti con las piernas terremoto
Me hago la valiente y trato de parecer segura mientras te miro a los ojos, tú me saludas tan alegre como de costumbre y mi corazón se detiene en sístole.Me devuelves mis cosas, encerradas en una bolsa cutre del supermercado de tu barrio,
-no esperaba otra cosa de ti-
y empezamos a andar hacia ningún lugar mientras hablamos de las cosas más banales que podría imaginar, tratando de parecer dos viejos conocidos sin ninguna historia en común.Y otra vez, volvemos a acabar en nuestro bar, en la mesa de siempre, aunque ahora seamos los de nunca, la misma mesa en la que nos sentíamos héroes cuando pensábamos que nadie sospechaba a lo que jugábamos debajo del mantel.
Me dices sonriente que te han dado tu anhelado puesto de trabajo en Seattle, que estás a un paso de hacer realidad tus sueños
Y yo
Yo sólo puedo pensar
En que mis sueños están exáctamente a tres pasos de mí
Mirándome a los ojos
Confirmándome
Que ya nunca más volveremos a ser insomnio.