Capítulo 14

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La libertad más difícil de conservar es la de equivocarse. -Morris West (1916-1999) Escritor australiano.

El clima de la cena se heló después de que mi ''chiste'' quedara al descubierto. Mamá no volvió a abrir la boca. Candela contó entusiasmada que al piso de arriba se había mudado una familia nueva.

-La hija se llama Dolores y va a mi colegio pero al secundario. Además tienen un perro precioso que hoy ladró toda la tarde, se está acostumbrando a la nueva casa -comentaba Candela, pero el único que la escuchaba con atención era Martín. 

De pronto mamá se levantó de la mesa diciendo que la disculparan pero que le dolía la cabeza. Candela y yo juntamos la mesa sin chistar y no como todos los días peleando para ver quién juntaba menos cosas.

Me fui al cuarto y cerré la puerta casi sin ruido. ¿Qué estaba pasando conmigo? ¿Por qué la mentira? ¿Creía que mamá sufriría escuchando hablar de mi padre? En ningún momento había planeado mentirle, pero lo había hecho. Yo sabía cómo era mamá, la mentira le molestaba más que cualquier cosa. Claro que lo había hecho otras veces, pero nunca con nada tan importante como ahora. ¿Cómo volver atrás? ¿Cómo salir de ese enredo?

Me apareció otra idea en la cabeza. ¿Por qué ella tenía que saber todo de mí? ¿No podía tener un secreto? Ése era mi padre y después de tanto tiempo ella no estaba involucrada en el asunto. No tenía por qué darle explicaciones de todo lo que me pasaba. Ella no tenía que meterse en todo. Yo podía pensar y hacer cosas que no le gustaran, y tenía que bancarme su enojo.

Pensé en mi padre. Había aparecido y ya me estaba trayendo problemas. Si esto era un augurio, mejor que volviera a desaparecer. Era mi papá pero éramos dos desconocidos. ¿Tendría otros hijos? Me dio miedo pensar en oros hermanos. Con Candela me alcanzaba. Yo tenía una familia y era la que mamá me había dado. De ningún modo este hombre iba a enchufarme ahora otra gente.

¿Qué querría? ¿Me ofrecería su apellido después de dieciocho años? ¿Quería yo ahora otro padre? Ya lo tenía a Martín y con eso me alcanzaba. ¿Me alcanzaba?

Pero no podía hacerme el ingenuo conmigo mismo. Al fin y al cabo el encuentro de esa tarde era lo que había esperado desde que, en la casa de Pablo, me di cuenta de que no tenía papá.

El(h)ijo la libertadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora