Capítulo 7

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El hombre ha nacido libre y por doquiera se encuentra sujeto con cadenas. -Jean-Jacques Rousseau (1712-1778) Filósofo suizo

No sé cuantos años tenía cuando me di cuenta de que llevaba el apellido de mamá. Había pensado durante mucho tiempo que Vázquez era el apellido de mi padre. No sé por qué ni lo preguntaba, suponía que si ése era mi apellido, era también el de mi padre, como les pasaba a casi todos los chicos. Un día de ésos en que estaba solo con mamá y aprovechaba a sacar el tema le dije:

-Mi papá se llama Pedro, ¿no?

-Sí -dijo ella, y ya estaba nerviosa.

-Pedro Vázquez. ¿Así se llama?

-No Santiago, Vázquez es mi apellido, el apellido de tu papá era Rosinde.

Me quedé callado. ¿Para qué iba a preguntar por qué no tenía el apellido de mi papá como los chicos de la escuela si ya lo sabía? Mi papá no había querido tener nada conmigo y por supuesto, tampoco que yo tuviera algo suyo.

Ese día Mamá y Martín secretearon en la cocina. Candela llevaba el apellido de Martín, mamá también lo usaba porque era la señora de Montena. El único que había quedado con apellido diferente era yo. Me consolaba pensar que llevaba el apellido de mi abuelo y de mi tía.

A los pocos días Martín me ofreció su apellido entre las lágrimas de mama. Me explicó que no sólo me daría su Montena, sino que también sería en adelante mi padre adoptivo y que no me querría más por eso ya que me quería tanto como cualquier padre a su hijo.

Después de mil trámites complicados fui Santiago Vázquez Montena y esa noche festejamos con la familia completa. De todos modos había un apellido que me faltaba, y ni mil apellidos juntos iban a poder completar ese vacío.

El(h)ijo la libertadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora