1. UNA FIESTA TREMENDAMENTE INCREÍBLE

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La carretera los guiaba a una milla de distancia de la playa pero Clarke podía sentir la brisa del mar empapándola, ahogándola. No era un lugar cálido precisamente, sino húmedo y frío, por lo que era extraño que los campos alrededor lucieran secos y desiertos.

Era un día nublado y el viento movía los pastos amarillos a su paso. Se avecinaba una tormenta. Sin embargo, conforme se adentraban en aquel camino, el sol comenzaba a aparecer entre las nubes y regalaba ligeros destellos que llegaban hasta ellos de una manera casi celestial. Tal vez Finn no lo sentía, pero Clarke comenzaba a tener una buena corazonada.

Ya había caído la noche cuando por fin llegaron a la casa donde sería la fiesta. Finn bajó del auto con regalo en mano e inmediatamente cruzó al otro lado para abrir la puerta de su novia y ayudarle a bajar. El taxista abrió la cajuela y les entregó su equipaje, el cual tomó Finn apurado antes de correr a la recepción.

La rubia entró al recibidor pero no encontraron a nadie, pues al parecer todo estaba pasando en la enorme sala de la casa de su madre, así que Clarke aprovechó para poner el regalo en la mesa junto a los demás. Finn llegó segundos después y avanzó decidido a entrar a la sala pero fue detenido por una mano sobre su brazo.

—Tomaré un cigarrillo primero.

Clarke le dio la espalda para acomodar bien el regalo de manera que el arreglo floral que estaba a su lado no recibiera menos atención. Finn se acercó a ella y la tomó del brazo tiernamente, —Vamos, mi pequeña princesa—.

Así, salieron abrazados y soltando risillas hasta el jardín, procurando no interrumpir lo que fuera que pasaba dentro de aquel comedor.

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Lexa estaba nerviosa. Era un simple discurso y además estaban entre amigos, pero no se sentía así desde que se presentó en un lujoso teatro por primera vez. Aún lo recordaba, su primer recital de piano.

La hoja que tenía consigo estaba arrugada de todas las veces que la había sostenido con esas manos temblorosas, y agradecía que hiciera un poco de viento, pues de otra forma la hoja estaría empapada de sudor nervioso. También era una bendición haber elegido el peinado recogido para su cabello castaño, pues el viento la habría vuelto más loca de lo que ya se sentía.

Su atención se vio desviada a la pareja que se acercaba al lugar del jardín donde ella se encontraba. Eran una chica rubia con una gabardina color crema y unas lujosas botas cafés, y un joven de la misma edad de su acompañante cuyo cabello oscuro era rizado y alocado, vestido con una sencilla camisa blanca y un traje negro de vestir. Ninguno de los dos le parecía familiar.

—... Debería decirle a mamá, ¿o prefieres hacerlo tú?

—No, tú deberías hacerlo, por supuesto. Es tu madre.

La pareja se colocó detrás de los lindos arbustos de la entrada y la chica sacó una caja de cigarros de su bolsa y los ofreció a su acompañante. El joven tomó uno y le regaló una sonrisa a la rubia. Él sacó un encendedor y juntos encendieron sus cigarrillos al mismo tiempo.

Lexa miraba toda la escena a unos cuantos metros de ahí y no pudo evitar sentir las ganas de fumar, tal como ellos.

—Disculpa, ¿tendrás fuego?

El muchacho sonrió y se acercó a mitad de camino, donde se encontró con una Lexa lista y con cigarro en mano. Mientras él accionaba el encendedor, ella no pudo evitar mirar a la rubia, quien parecía un poco incómoda mientras guardaba la cajetilla nuevamente en su bolso. Dos ojos azules la miraban hostilmente pero Lexa no dejó de sonreír.

Volvió la mirada al cigarro, aspiró para ver si ya estaba encendido y se dio cuenta que el viento lo había apagado. El joven amablemente intentó de nuevo.

CON CADA LATIDO (Clexa fic) [CORRIGIENDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora