Traicionar y mentir; dos de las más despreciables cosas que puede hacer un ser humano. Haber prometido fidelidad y amor hacia alguien, y de un momento a otro hacer totalmente lo opuesto es considerado traición; así como decir que todo está bien cuando en realidad no lo está es considerado mentira. Lexa había hecho estas dos cosas y estaba segura que se había convertido en el ser despreciable que siempre temió.
No es que Lexa fuera una mala persona, pues el simple hecho de sentir culpa ya demostraba algo de decencia, empero autocompadecerse no cambiaba absolutamente nada y tampoco le era de ayuda. Sabía que en cuanto atravesara esa puerta una persona estupenda la recibiría con los brazos abiertos y besaría sus labios, los mismos labios que besaron a otra tan solo unas cuantas horas antes. Sabía que cuando viera sus ojos marrones mirarla desde ese delicado rostro, el peso de lo que había hecho la iba a delatar con solo una mirada. No se creía capaz de enfrentar la mirada de angustia que le iba a dar Costia cuando comenzara a notar que algo andaba mal; pero tenía que, así que se secó las lágrimas y se levantó de ese escalón donde estaba sentada desde hacía un buen rato para poder dirigirse hacia el piso de arriba.
Caminó por las escaleras hasta llegar a su departamento. Con sus llaves abrió la puerta de madera y al entrar puso su valija en el suelo. Inmediatamente vio una silueta acercarse hasta que tuvo a Costia frente a ella, con una copa de vino en la mano izquierda y con la derecha sosteniendo su cuello mientras le daba un largo beso de bienvenida.
—Dios, te extrañé—, dijo Lexa colocando sus frentes juntas.
La morena tomó su mano y la guio por el pasillo hasta el interior del departamento y a Lexa no le quedó de otra más que dejarse llevar.
—Preparé la cena, ven—, respondió la morena con esa sonrisa hermosa de felicidad.
Toda ella era hermosa. Su cabello rizado era un desastre, como siempre, y eso hacía que luciera perfecta. Le quedaba. Su atuendo era suelto, justo como el de todos cuando es domingo: una playera de tirantes y una pantalonera. Nada de maquillaje, porque ella era preciosa al natural. Eso era lo que más dolía. Costia era hermosa mirandose desde la lente que se mirara.
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Ser hija de una doctora era un trabajo difícil, pero ser hija de la doctora Abby Griffin era simplemente agotador. Todo mundo estaba consciente de lo exitosa que era su madre, pero para los demás Clarke solo era la chica que se fue; la que nunca regresó; de la que nadie sabe nada. Eso estaba bien, la verdad no le importaba mucho lo que las personas dijeran de ella. Sin embargo, complacer a su madre sí le importaba y era una tarea difícil. Pasó sus vacaciones con ella, en su cumpleaños; conoció a toda persona importante que había que conocer; y ahora se iba a casar con el hombre que parecía haber cumplido con los requisitos de su madre. Clarke quería pensar que no se casaba con Finn solo por eso. Claro que no. Lo amaba, de verdad lo hacía.
Finn era caballeroso y gracioso; seguía sus sueños y no le importaba poner a los demás antes que él; era perseverante y le gustaba ayudar a los demás, como llevar a Lexa hasta su casa, por ejemplo.
— ¿Qué está pasando?—, la voz de su madre la hizo alejar su mirada de la copa que llevaba viendo por un largo rato — ¿Entendí mal lo del vestido?—.
— ¿Uh?—, fue todo lo que salió de ella. Su mente no parecía ser capaz de enfocarse en ese tema de nuevo. Estaba muy lejos de ahí, con una persona distinta a su madre.
— ¿Pasa algo?—, Abby parecía preocupada al ver a su hija en tal estado de ausencia. — ¿Está todo bien entre Finn y tú? ¿Pelearon?—, preguntó al mismo tiempo que con un dedo le daba un ligero golpecito a su cigarrillo para deshacerse de la ceniza.
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CON CADA LATIDO (Clexa fic) [CORRIGIENDO]
FanfictionClarke Griffin, una joven y prometedora artista, está a punto de casarse con Finn, su socio de negocios. En la fiesta de cumpleaños de Abby, su madre recién comprometida con Marcus Kane; conoce a Lexa, hija de Marcus. Clarke y Lexa intercambian much...