8. SALUD, QUERIDA

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— ¿Has sido infiel?

—No. Nunca lo he sido ni lo seré. No puedo pensar en algo peor.

Lexa veía la grabación una y otra vez, tragándose el orgullo cada ocasión que se escuchaba hablar sobre la infidelidad. ¿Cómo había llego hasta ahí? ¿Cómo pudo caer tan bajo? La imagen en la pantalla se comenzó a volver borrosa así que ella apartó la mirada para evitar que sus lágrimas le mojaran el rostro. Tenía que pelear contra el nudo que se formó en su garganta de toda la vergüenza que sentía de sí misma. Lo que más le molestaba era que se había convertido en una mala persona en vano, porque Clarke se iba a casar y tendría la vida perfecta.

Un ruido en la puerta de la entrada la hizo alzar la cabeza del monitor para poder ver bien. Su corazón se atoró en su pecho antes de comenzar a latir fuertemente. No quería que Costia la viera en ese estado porque simplemente la preocuparía, y de la preocupación seguían las preguntas, y después seguiría jalando del delgado cordón hasta dejar el carrete vacío.

— ¿Estás en casa?

La castaña entró en pánico al escuchar esa voz y trató con todas sus fuerzas de parecer normal. —Sí—, la miró un par de segundos antes de volver la atención a la computadora.

Costia parecía muy activa, a pesar de que casi fuera la hora de ir a dormir. —Te esperé por más de una hora—, dijo al tiempo que se acomodaba en el sillón, justo del lado izquierdo de Lexa, y se quitaba las pesadas botas de piel que llevaba. Aún llevaba puesta su chaqueta negra y su cabello seguía recogido. Definitivamente no estaba cansada.

—Bueno, no pude ir.

Lexa prefería mil veces mirar el monitor de su computadora antes de mirar los hermosos ojos cafés de la morena. No se atrevía a imaginarlos tristes y sollozantes.

Costia eliminó el espacio que había entre ellas y le robó un beso con una sonrisa juguetona en los labios, luego otro, y uno más en la mejilla.

—Te extrañé.

Con su mano acariciaba tiernamente la mejilla derecha de Lexa, quien estaba luchando contra las ganas de llorar. No se sentía capaz de romper un corazón más aparte del suyo, y más cuando conocía el sentimiento perfectamente.

— ¿Qué pasa?

Lexa contemplaba el rostro de su novia. La veía como si supiera que sería la última vez que ese par de labios le regalarían una sonrisa así; que esos ojos cafés no volverían a brillar cada vez que la vieran; como si fuera la última vez que Costia la amaría.

Costia seguía acariciando su rostro y buscando con la mirada eso que estuviera mal con Lexa, pero ella simplemente estaba esperando a que el valor de hacer lo correcto fluyera al fin por sus venas. —No puedo—.

La morena seguía sin comprender, así que sólo la miró con ternura — ¿Qué?—.

Lexa no hizo más que guardar silencio. Sabía que éste era el momento en el que arruinaría la felicidad de aquel rostro que comenzaba a denotar miedo, angustia. Cerró los ojos y continuó. —Odio tanto hacerte esto...—, su voz sonaba casi tan baja como un susurro.

Escuchó cómo Costia retrocedía un poco y fue entonces que abrió los ojos. Tenía que mirarla a los ojos si quería ser verdaderamente valiente. La morena ya lo había entendido, desde antes de retroceder. Su rostro era serio, muy serio. Costia nunca era seria. Su rostro mantenía la línea recta de sus labios y la mirada directa. — ¿Quién es?—. Miraba a otro lado, como si no soportara ver el rostro de Lexa.

La castaña sentía cómo algunas partes de su interior iban muriendo conforme seguía desgarrando el corazón de la otra chica. Cada vez que tragaba saliva sentía como si estuviera tragando sangre y las palabras se volvían más pesadas. —Es Clarke—, admitió luego de una larga pausa.

CON CADA LATIDO (Clexa fic) [CORRIGIENDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora