Lexa odiaba volar. Tomar un vuelo de varias horas era lo suficientemente tedioso como para agregarle todo ese coctel de sentimientos y pensamientos por el que atravesaba ella en esos momentos. Clarke por fin había dejado a Finn pero, ¿por qué diablos no sentía que fuera suficiente? Sabía que eso debió representar un gran paso para la rubia, sin embargo aún le faltaba mucho camino por recorrer. Lexa no creía que Clarke fuera capaz de llegar tan lejos. Clarke era difícil y solía huir de sus problemas; era terca, obstinada y terriblemente temerosa. Tenía una gran habilidad de manipulación y aun así un corazón que la llevaba a tratar de complacer a otros, aunque al final no se complaciera ni ella misma. Todo lo que hacía terminaba en desastre a pesar de que estaba perfectamente planeado, de principio a fin. Clarke era infantil cuando se trataba de asumir consecuencias y solía mentir todo el tiempo; nadie lo notaba, porque mentía tan bien que ella misma se convencía de sus patrañas. Clarke era fuego cuando se enfadaba pero un témpano de hielo cuando había que ser sinceros. Clarke era todo eso y Lexa quería seguir ahí hasta llegar a amarle tan intensamente que no hubiera noche que no pasara con ella ni día que no respiraran del mismo aire. Pero Clarke tenía miedo.
Al pensar en el daño que les estaba causando a todos, Lexa sentía la mayor vergüenza del mundo. Alejó a Costia, quien le amaba con todo el poder de su corazón; Su padre, quien terminó monumentalmente indignado de los sentimientos que confesó tener hacia la rubia; y por último Finn. No le importaba mucho, pero no podía negar que era un buen hombre y que cuando le conoció lo consideró un buen mozo.
La aventura que pasó con Clarke había traído demasiados daños colaterales, suficientes como para no soportar la culpa. Debía volver a casa, pero estaba convencida de que tenía que salir de aquel lugar, al menos por un tiempo.
Una azafata caminó a su lado empujando un carrito por el pasillo del avión.
— ¿Desean algo, señoritas?—, preguntó la mujer a ella y a la chica que estaba a su lado.— ¿Tendrá algo de vino tinto por ahí?—, preguntó la chica que se encontraba al lado de la ventanilla. Lexa no la miró a ella, sino a la azafata, esperando que su respuesta fuera afirmativa.
La mujer de uniforme azul asintió con la cabeza y comenzó a dictar nombres de vinos. La pasajera eligió uno y Lexa aprovechó la oportunidad para pedir lo mismo que ella.
Cuando cada una tuvo la copa en la mano, ambas la bebieron de un solo trago y hasta el fondo. La dos, al ver reojo a la otra, soltaron una carcajada. Fue entonces que la miró con más detenimiento.
Era joven, probablemente tuviera casi su misma edad; su cabello era castaño oscuro, largo y lacio, pero recogido hacia atrás. Morena. Tenía los ojos oscuros preciosos y una sonrisa juguetona en su rostro.
— ¿Día difícil?—, preguntó Lexa con una sonrisa extraña.
—Solo mal de amores—, respondió su acompañante — ¿Y tú, tuviste un día difícil?—.
—Solo mal de amores.
Lexa hizo una seña a la azafata para que llenara sus copas de nuevo. Una vez llenas, ambas bebieron al mismo tiempo, pero esta vez solo un sorbo pequeño. Honestamente, Lexa no quería beberla tan rápido para no volver a incomodar a la señorita de uniforme azul.
— ¿Un chico malo?
Era una buena descripción, pero estaba errada en un sentido: —Es una chica, de hecho—.
La morena soltó una risilla y volvió a poner la sonrisa juguetona. —Vaya, lo que son las cosas—, y bebió de nuevo, dándole a entender que también ella sufría por una mujer — ¿Te dejó?—.
—En realidad fui yo quien la dejó a ella.
— ¿Por qué? ¿Qué pasó?
—Es una larga historia.
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CON CADA LATIDO (Clexa fic) [CORRIGIENDO]
FanfictionClarke Griffin, una joven y prometedora artista, está a punto de casarse con Finn, su socio de negocios. En la fiesta de cumpleaños de Abby, su madre recién comprometida con Marcus Kane; conoce a Lexa, hija de Marcus. Clarke y Lexa intercambian much...