Capítulo 4.

1.3K 56 12
                                    


   Isaac salió a comprar la ropa que usaría en la gala. Tendría que ser algo caro para poder conseguir su objetivo. Pero el dinero era lo de menos, él había hackeado la cuenta del gobierno y esta noche, ellos le pagarían el traje, los accesorios que compraría y el auto que alquilaría.

—¿Qué está buscando, caballero? —le preguntó el vendedor de una tienda.
—Estoy buscando algo elegante y de muy buen gusto. Verá, tengo una invitación a una gala mañana y no tengo algo acorde a la ocasión. Así que voy a necesitar un poco de ayuda al respecto —contestó.
—Ha venido al lugar indicado. Aquí podrá encontrar mucho más de lo que pueda imaginar. Tenemos justo lo que está buscando. Sígame.

   Isaac era bueno en el espionaje y, a pesar de ser de la clase de persona que está muy lejos de entrar a un lugar así, logró convencer al vendedor. Este lo llevó a un traje azul oscuro pero Isaac lo descartó de inmediato. Caminó un poco y encontró un elegante traje negro.

—Me gusta este —dijo.
—Este traje está fabricado con los hilos más finos de toda India. Su precio es muy elevado pero, por la calidad y diseño, ese precio lo vale.
—Bien, me lo probaré.
—Disculpe joven, ese traje no está permitido que se pruebe a menos que lo compre. Comprenderá el motivo.
—Bien, me lo llevo entonces.

   El vendedor se sorprendió por lo que acababa de escuchar. Eran contadas las personas que podían comprar un traje tan fino, pero ahí estaba Isaac que lo haría sin ningún problema.

—¿Es en serio? —preguntó el vendedor aún sorprendido.
—Dije que no tenía nada que fuera acorde a la ocasión, no que no tenía el dinero para comprar el traje —respondió.
—Bien, como guste.
—Sabe, también me agradaría ver zapatos de vestir. Digo, los que tengo dañarían todo lo elegante del traje.
—Por supuesto. Venga por acá.

   Luego de hacer todas las compras, Isaac salió de la tienda y se dirigió hacia la casa. "Vaya, así que esto es lo que sienten las mujeres cuando van de compras" pensó.
David llegó a casa y Sam corrió a recibirlo.

—¿Dónde estabas David? Te llamé cientos de veces —dijo su madre.
—Lo siento, estaba con Isaac. Me quedé sin batería y por eso no contesté. Disculpa —contestó.
—Ah, de acuerdo. Oye, ¿Recuerdas si compré pimienta la otra vez?
—Sí, está en la alacena, segunda puerta a la derecha.
—Oh sí, aquí está. Gracias.
—¿David podemos ver la película? —preguntó su hermana.
—¡Claro! ¿Ya hiciste tus deberes?
—Sí, ya hice mis tareas, estudié un poco y ordené el cuarto.
—Vaya... Traela entonces.

   La niña corrió de nuevo a su habitación. Melina miró a su hijo con cierto orgullo de su personalidad y lo unido que era con su pequeña hermana. Samantha puso por enésima vez esa película que tanto amaba, siempre era como la primera vez, reía en las mismas partes.

   David se encontraba en el almuerzo y como era usual, estaba sentado bajo la sombra de un árbol, comiendo una hamburguesa con un fresco natural. Vio que Carim se sentó en una banca al frente suyo. Estaba sola y muy diferente a la chica que él conocía. Sintió pena por ella, sabía lo que estaba sintiendo. Se levantó de donde estaba y fue hacia ella.

—Hola ¿Está ocupado? ¿Me puedo sentar? —preguntó.
—Hola David ¡Claro! Siéntate —contestó fingiendo una sonrisa.

   David quería ayudarle, ser ese amigo que alguien necesita cuando un ser querido se pierde en la muerte.

—¿Cómo estas? —preguntó Carim.
—Bien, ¿y tú?
—Supongo que hay personas mucho mejor que yo.
—También hay personas que están peor.

   Carim se quedó pensativa unos segundos luego del comentario y supo que era cierto.

—Discúlpame si te hice sentir mal, yo... —dijo David.
—No, no, no. No tienes nada porque disculparte. Tienes razón —contestó.

Omen: El OrigenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora