Prólogo

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          Cuantos años de trabajo y vidas humanas echados por tierra para poder llegar a donde hoy nos encontramos. El mundo ha cambiado para mejor, pero para llegar hasta aquí ha hecho falta desprenderse de todo. Eso implica la expresión más descarnada y cruda del término desprender. El ser humano no pudo más que esperar a tener el apocalipsis golpeando la puerta de su casa para reaccionar. Ahora nosotros vivimos en un lugar más avanzado; mejor y más compasivo, pero, ¿a cambio de qué?

          El hombre no supo llamar al orden al propio hombre. Tal vez hubo demasiada crudeza, a la que se añadió una gran falta de piedad. Echando la vista atrás, más de tres mil años atrás, el hombre se convirtió en una especie que se nutrió de guerra y fanatismo, hasta que su propia naturaleza hizo inviable la civilización. Se convirtió en la única criatura capaz de volverse en contra de su propia especie.

          El egoísmo, la ambición y una avasallante derrota contribuyeron, sin que nadie se percatase, a la debacle final. Pero de todos esos errores tan dramáticos, surgió algo bueno, nosotros, los que hoy perpetuamos la especie. Nos convertimos de forma impuesta en el futuro de la raza, en errantes viajeros flotando en el vacío. Abandonamos nuestro mundo para regresar e intentarlo de nuevo. Esta vez aprendimos de nuestros errores para lograr lo que debimos haber logrado si nuestra ceguera de ambición nos lo hubiera permitido.

          Ahora vivimos en un mundo casi perfecto. Y digo casi porque en el interior del ser humano sobran virtudes, maravillas insondables y sueños bellísimos, pero tal cúmulo de virtudes se encuentran limitadas por la imperfección sistemática que las mismas acarrean. Y el ser humano es perfectamente imperfecto. Pero dentro de esa imperfección, hemos logrado un sistema social estable, sostenible y compasivo. Un mundo del que estar orgulloso y que avanza lentamente hacia la superación común.

          Dentro de nuestra sociedad actual aún existen remanentes del pasado, como la pesadilla que se oculta en lo profundo de la mente y que espera cuando estamos plácidamente dormidos para asaltarnos y robarnos la calma. Pero sin pasado no hay futuro, y nosotros no somos una sociedad que reniegue de su pasado, al contrario, lo cuidamos y lo conservamos como recordatorio de lo que fuimos, de lo que se perdió y lo que se sacrificó para que hoy seamos los que somos.

          Se necesitó perder todo un planeta para comprender una lección vital. Que si el ser humano vuelca todo su talento, trabajo colectivo y conciencia, es capaz, paso a paso, de transformar en verde los desiertos, puede llevar la agricultura al mar y crear alimentos sin acabar con el ecosistema. Ha quedado confirmado que la fuerza de la humanidad, si se concentra en lo esencial, es inconmensurable. Siendo capaces de lograr avances vertiginosos en ciencia, medicina y energía. Espiritualmente también hemos evolucionado, aprendiendo que lo intangible no lo era tanto y que lo invisible simplemente se ocultaba en sombras en el interior de nuestra mente.

          Y es en este nuevo mundo donde ésta historia tiene lugar. La aventura de la joven amazona Taãgah de Animantia, que tiene como punto de partida un rincón bello y sencillo de nuestro mundo. Y que nos llevará alrededor del globo, a través de sus cinco colonias y hasta lo profundo de sus secretos más asombrosos.


La Búsqueda de TaãgahDonde viven las historias. Descúbrelo ahora