Capítulo 3

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          Hola, Sikāru, nos encontramos en mi rincón personal. El acceso no es precisamente sencillo, lo sé, pero sin duda las cosas que más nos cuestan suelen ser las que luego merecen más la pena. Mire donde mire veo belleza. Me dispongo a ordenar todo el periplo de la joven Taãgah e inevitablemente me asaltan recuerdos, algunos más bellos que otros. La quise mucho, tanto que su ausencia dejó un vacío eterno en mi viejo corazón. Al traerla de nuevo entre nosotros no puedo evitar pensar también en su querida e inseparable Mnehl y sonrío involuntariamente.

          Sikāru, mira hacia el este, más allá de nuestra costa, cruzando el mar, casi se puede distinguir la orilla de la colonia de Taãgah, Animantia. ¿No la ves...? Quizás soy yo que deseo verla. En aquellas lejanas tierras crecí como guía iniciado, y allí pasé muy buenos años. Todavía recuerdo a su gente, su aroma, sus playas y sus tradiciones. Yo era un guía muy joven y lleno de buenos propósitos que llegaba a un territorio muy castigado tras una dura tragedia.

          La historia del gran conflicto de las colonias. La conocerás en la próxima clase, no te preocupes. Ahora quiero que mires hacia el noroeste. Si observas las grandes formaciones rocosas y te fijas muy bien, verás que en la cumbre más alta hay un brillo extraño, como si los rayos del sol reflejasen su luz. Pues bien, aquel pequeño destello es la Colonia Aeris, la gran colonia voladora. Dentro de unos meses atracará como cada año en nuestra colonia y podrás maravillarte con su grandiosidad y su belleza.

          Acompáñame, te voy a ir mostrando dónde pasarás la gran parte del tiempo como oyente, la residencia de adiestramiento.

          Acabamos de estar en la atalaya, un lugar apartado dentro de la zona residencial. Este y los demás edificios tienen una forma circular y tienen el aspecto de una torre que se estrecha conforme gana altura, en una perfecta imagen de cono blanco, salpicado con el verde de la vegetación que trepa por sus cientos de metros de altura, libre y tupida. Su forma cónica permite que el sol ilumine cada nivel de igual forma, pues la luz es la mayor y más importante fuente de energía de nuestro mundo. El lugar donde nos encontramos es la última planta del edificio, en esta zona están todas las aulas, donde se imparten las asignaturas teóricas, de ahí los grandes ventanales y las aulas diáfanas y espaciosas. Cuanta más luminosidad y espacio, más relajación y sensación de comodidad se genera, por lo que son el ambiente perfecto para las jóvenes mentes en formación.

          Ahora hemos descendido hasta el cuarto nivel, en la planta cuarenta y cuatro. Aquí se encuentra la zona de especialización médica; los guías que demuestran las aptitudes necesarias para el campo de la sanidad desarrollan aquí todas sus capacidades para poder curar casi todas las enfermedades conocidas. Escucha un poco al maestro del aula y observarás muchas diferencias con lo que tú conoces:

—Bueno, guías sanitarios, siendo el primer día de docencia empezaremos por algo básico: enumeradme al menos cinco enfermedades de la segunda edad de los hombres que se erradicaron tras la colonización y al menos cuatro que aún hoy en día perduran —pregunta el maestro guía a su clase.

          Los alumnos enumeran una serie de enfermedades extrañas y desconocidas, recordándolas como patologías que durante miles de años afectaron a millones de personas y que pudieron ser erradicadas, pero en aquel momento no había unidad ni interés por hacerlo. El egoísmo y la avaricia era quizás la mayor de las enfermedades.

          Y cuando abordan el tema de las enfermedades actuales, se tratan las genéticas, las relativas al sistema nervioso y otras cuyas causas están relacionadas con virus y bacterias de contacto habitual con la flora y la fauna.

          Querido Sikāru, desgraciadamente esas dolencias relacionadas con los genes son inevitables, y pese a que poseemos la tecnología y el conocimiento suficientes para poder extirpar tales males, tenemos una normativa muy estricta para con las enfermedades. Dentro de las leyes que rigen nuestra sociedad las hay que se pueden modificar, siempre y cuando las circunstancias lo favorezcan y estén suficientemente justificadas, y luego hay una parte de la legislación sanitaria completamente inamovible. Ello mantiene un equilibrio perfecto en nuestro mundo. De esta forma cualquier persona desde que nace y hasta que cumple 50 años de edad tiene derecho a ser tratada y curada de cualquier mal que padezca, por grave o nimio que pudiera ser. Alcanzada la edad límite establecida, solamente se proporcionan cuidados paliativos, pero nunca curativos.

La Búsqueda de TaãgahDonde viven las historias. Descúbrelo ahora