Capítulo Cinco

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Llegó en día. Debía guardar mis cosas para en viaje de mi vida: El viaje a mi escuela en Japón. Pero me ganaron las ganas de no hacer nada y me quede leyendo en una página de fanfiction en mi teléfono.

—¡Mai!¿Preparaste todo?— preguntó Agus entrando a mi habitación. Cuando vio que me había quedado dormida con el teléfono en las manos, dedujo que me quede hasta tarde paveando.—¡No te cuesta nada guardar las cosas!— dijo moviendo mi cuerpo para que me levante.— No tienes mucha ropa.

— No...— balbucee medio dormida.— ¿Qué te parece mañana?— dije poniéndome de espaldas a ella
acurrucándome en la almohada.

— Mañana te vas de viaje, tontita— dijo entre dientes con una mano en su frente y otra en sus cintura intentando guardar la calma.

— ¡Ya! ya... solo cálmate. Nadie se está muriendo— dije. Me levanté con dificultad y parpadeé un poco. Levantarme tan bruscamente me dejo mareada. Al ver que ya me había parado ella se fue.

Agarré mis sábanas y las ordené para acomodar mis cosas allí. Dejé mi teléfono sobre el escritorio y abrí mi armario. Me agaché para elegir los zapatos que dejaría y los que llevaría. Decidí llevarme mis zapatillas de talón bajo verdes, mis botas gruesas y calientes que llegan hasta la mitad del largo de mi pie hasta la rodillas, mis panchas rosadas por si acaso, mis mocasines turquesa y cafés; y por último: mis zapatos altos de gala turquesas, aunque jamás los usé. Eran para mí fiesta de 15. Luego, empaqué algunas cuantas remeras que uso todo el tiempo y mis pantalones, shorts, medias, ropa interior, vestidos, polleras y todo tipo de camperas.

Cuando termine haciendo eso, casi me tiro a dormir hasta me acordé que debía guardar mi computador, materiales de dibujo, mangas y pósters. Los puse en una mochila dentro de otra maleta de mano, donde también puse mi peine, cremas y esponjas para que mi rostro no se pudra, un perfume que me regalo Agus, desodorante, coletas y vinchas. En resumen, todo lo que necesita una chica de 14 años para sobrevivir sola. También, busque dentro de mi armario algo cómodo con lo cual viajar y lo deje listo como muda.

... ¿Catorce años? Se estarán preguntado.

Catorce años, leyeron bien. No tengo quince, aún. Pero como estudio desde joven me han dejado entrar, aunque en realidad deje a la mitad y se me iba a ser difícil viajar de un lado a otro. Yo solo quiero ser paladín, aunque me da lata estudiar mucho... en especial correr; quizás por eso me gusta enfrentarme en el momento exacto y no escapar. Pero cada vez que hago las cosas bien me dejan comerme yo sola un paquete de galletas de chocolate con dulce de leche, así que al menos tengo algo por que practicar.

Al terminar, me dio las nostalgias de los recuerdos de mi joven niñez. Mi cama hecha y sin mis peluches, que estaban encerrados dentro de una caja en una maleta de objetos distintos. Mis cajones y escritorio estaba vacíos. Tan solo se notaba el polvo de los libros y otros objetos que estaban allí. Mi sable era una de las únicas cosas allí, la mala suerte de que no se pueden llevar armas en los aviones hizo que me lo tengan que enviar luego de llegar a Japón.

Agus me gritó en su camino devuelta hacia mi habitación:— ¿Has terminado?

— Sipi Dipi— dije con mis manos en la cintura.

— Ahora ve a dormir— me mandó.— te habías quedado dormida tanto tiempo por estar haciendo idioteces que ahora es tarde  y debes de dormir.

— ¿Pero... la... mi... comida?— dije, desde allí se olían los sorrentinos recién cocinados.

—¿Así te aguanto? Pobre de mi— suspiró.

El secreto de Rin OkumuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora