Capitulo diez

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Shiemi se había ido a hacer quién sabe qué con nuestros informes mientras yo me había ido a dormir. Y al parecer, salió sin pensar en que, al día siguiente, tendríamos colegio.

Y la idiota...

— ¿Cómo?— dije, frunciendo el ceño en forma confusa— ¿¡Qué me pondré a ahora sí rompiste el uniforme!?

— Cuando lavaba el tuyo se enganchó con un clavo y se rasgó toda.— me explicó con un hilo de voz, salió en medio de la noche para lavar mis cosas sin permiso— No me mates. Te presto el mío...

— Me va quedar muy grande de arriba y pequeño de caderas. Tenemos distintas contexturas. Tú tienes mucha... pechonalidad

Mi voz también se afinó un poco con vergüenza, pero era la verdad.

— Los siento— dijo tomando su uniforme y abriendo la puerta del baño.
Se cambió rápido y al salir me dijo que le pase mi talla. Salió corriendo a quién sabe dónde, quizás a remediar su error y comprar algo.

Dejó la puerta hasta semi-abierta, de cuando asomó la cabeza para sonreírme y decir que todo saldría bien.

Me quedé con el pijama puesto, tuve que esperar bastante. Muchísimo, ya que ella no llegó hasta luego de las clases de exorcismo. Me quedé en una habitación en la que la música de mis pensamientos inundaba el aire. Aburrida, intenté llamarla, intenté jugar en mi teléfono pero ansiedad no me dejaba.
¡Estaba perdiendo tiempo de clase!

Sin embargo, luego de una larga espera percibí el sonido de unos nudillos chocar contra la madera. Me fijé quién era por la cerradura, no era Shiemi la estúpida. Era peor. Abrí la puerta con cortesía y saludé al individuo.

— Hola Rin.

— Hola Mai ¿Estás bien? ¿Por qué no viniste hoy? — interrogó el de orbes azules.

— Sí, es que... sí... ammm; Mi uniforme fue roto por Shiemi y no podía ir en mis pijamas. — dije levantando los hombros, llevaba mi onesie de gato. Más infantil imposible.

Él me examinó y río nervioso, con un sonrojo: — Por eso sigues en pijama.

Duh.

— Sí, veo que ya terminaron las clases de exorcismo ¿Viniste para pasarme que hicieron o para qué?

— No fue mucho... o quizás es que no presté tanta atención, pero tengo notas. Lo que pasa es que los chicos y yo queríamos saber qué pasó en tu ojo, porque... bueno... tú me entiendes.

— Lo debí imaginar— dije, para reír nerviosa— es de cuando era niña, atacaron a mi familia. Me dejaron viva pero con esto, mientras que mi hermana y madre... mi familia se rompió. Y satanás fue el culpable...

Un nudo de silencio germinó en el aire, dejándole al joven de orbes azules aturdido. Con tan plena indiferencia al hablar acerca de mi propia familia debió haberle dejado atónito; nunca supe cómo hablar de ellas dos. Tan solo sé que las extraño aunque era una bebé y si alguien llega a insultarlas o resaltar mi parecido suelo poner inconscientemente mis ojos acuosos.

— No lo sabía... lo siento...— comenzó a balbucear él, decidí tirarle la bomba yo ahora.

— ¿Y tus orejas/colmillos? Eres otra clase de humano, ¿verdad?

El secreto de Rin OkumuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora