Para oprobio y desgracia de nuestra especie, una de las figuras más relevantes del siglo xx–sin la cual sería imposible entenderlo y entendernos–es la de Adolf Hitler Pölzl. Se trata de un hombre que, al menos en la primera mitad de su vida, fue profundamente mediocre: abandonó su educación formal a los 16 años, al haber sido rechazado por la Universidad de Linz; reprobó en dos ocasiones el examen de ingreso a la Escuela de Bellas Artes de Viena, donde pretendía estudiar pintura y arquitectura; vivió en un albergue para indigentes, mientras ganaba algunas monedas pintando pequeñas postales que un compañero vendía; prácticamente no tenía amigos ni vínculos amorosos; leía únicamente libros en los que estaba seguro de confirmar sus convicciones: nunca puso en cuestión sus puntos de vista; no fumaba ni bebía; algunos investigadores afirman que tenía horror a las relaciones sexuales: en todo caso le eran indiferentes.Ante la perspectiva de la Primera Guerra Mundial huyó de Austria para no ser llamado afilas; poco después, en Münich, fue declarado"no apto para el servicio militar". Sin embargo,al estallar el conflicto bélico se alistó como voluntario en el ejército alemán, donde fue condecorado por su valor con las cruces de hierro de segunda y primera categorías, si bien sólo logró ascender a cabo –el escalón más bajo de la jerarquía castrense después de soldado raso. A pesar de que en campaña fue respetado por su temeridad,era sumamente impopular: sus camaradas detestaban la actitud servil que tenía hacia los mandos –"Respetar al superior, no contradecir a nadie, obedecer a ciegas", son las palabras con las que él mismo describió su conducta en la guerra– y sus jefes desestimaron una posible promoción, calificándolo de "histérico" y "psicótico".Ahora bien, ¿cómo podemos entender que alguien con tales características llegara a ser en poco tiempo la persona más poderosa de Europa,capaz de arrastrar a todas las potencias del mundo a un abismo sin precedentes en el que se perdieron 60 millones de seres humanos? ¿Qué condiciones tuvieron que confluir para que un tipo de tal mediocridad suscitara el odio y la veneración de cientos de millones de individuos?Desde luego no es este el sitio apropiado para aventurar respuestas a un problema que,por lo demás, quizá nunca tenga una definitiva.Lo que sí conviene apuntar es que, al margen de otros factores –políticos, económicos, históricos,etcétera–, Hitler no hubiese podido perpetrar su nefanda obra sin la complicidad y el poder del que lo invistió un monstruo mucho más antiguo y popular que él: la discriminación.
En efecto, es innegable que este espía de poca monta pasó de agitadorcillo de cervecería a ser el führer de Alemania, entre otras cosas, por perorar lo que la gente deseaba oír: que el desastre germano en la Gran Guerra era culpa de los extranjeros,de los bolcheviques, de los judíos, delas razas y seres inferiores –personas con discapacidad,eslavos, gitanos, negros, homosexuales,adultos mayores–, del régimen de partidos que impedía con sus divisiones la unificación de la raza superior históricamente destinada a gobernar el mundo, y de un gobierno no viril que con su debilidad concomitante les permitía existir a todos ellos. Se trata, como puede advertirse, de uno de los catálogos más completos sobre los grupos vulnerables a la discriminación (por migración,raza, edad, sexo, preferencia sexual, nacionalidad,creencias políticas y religiosas), y nada en él fue inventado por Hitler. Antes bien, el éxito de sus interminables monólogos sólo puede comprenderse porque esta voluntad de exclusión,que niega derechos y suprime –en este caso hasta el límite– las oportunidades de las personas, preexistía en la cultura alemana, en la de toda Europa e incluso a escala mundial, sirviendo como caldo de cultivo para que anidara el huevo de la serpiente. Esta lección histórica, al tiempo infame y elocuente, no debe perderse de vista por aquellos que piensan que el problema de la discriminación es secundario y casi irrelevante.Por desgracia, solemos tropezar no dos,sino innumerables veces con la misma piedra.
¿Cómo ayudar a evitarlo? La historiografíanos alimenta con fechas, datos y sucesos relevantes,lo que hace que a menudo olvidemos que la materia prima de la historia son las vidas de los seres humanos. La colección "Testimonios",que el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred) inaugura con este título, tiene como finalidad resarcir nuestra memoria en tal sentido y, para ello, le da la palabra–o mejor dicho, se hace eco de la palabra– a quienes han vivido directamente el flagelo de la discriminación. Esperamos que esta visión auténtica de las cosas, tal como fueron vistas por sus protagonistas, nos devuelva –a pesar de la parcialidad que ello implica– la dimensión subjetiva del problema social que enfrentamos.
Agradezco a Joshua Gilbert la generosidad y paciencia que hicieron posible esta obra y propongo al lector que se disponga a escuchar con atención su testimonio.
Gilberto Rincón Gallardo
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Historical FictionTestimonio de un sobreviviente de los campos de exterminio nazis.