La no vida en el gueto

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A partir de la invasión del ejército alemán a Polonia, éste se dedicó a mermar nuestra capacidad moral y física, porque una persona fuerte y mentalmente sana podía defenderse y se convertiría en una amenaza. Por eso nos concentraron en guetos. Levantaban muros de tres y medio metros de alto más o menos y hacían que todos los judíos entráramos ahí. El de Varsovia era el más grande, pero los había en los pueblos con mayor población. 

Ahí los nazis dieron rienda suelta a la humillación,vejación y discriminación abiertas, gozaban avergonzándonos.Al principio nos adornaron con unos parches redondos y amarillos, más o menos de 10 u 11 centímetros, en el pecho del lado izquierdo y en la espalda del lado derecho. Usaban ese color porque para ellos representaba desprecio. No era nada agradable andar por la calle con los parches como una señal de condena a muerte. Sólo los niños pequeños, de hasta cuatro o cinco años, estaban exentos de esta medida.Nos sometían a la violencia emocional y física: teníamos que bajar de las banquetas para que ellos pasaran,así que nuestra ropa y zapatos se ensuciaban con lodo. Debíamos saludarlos en voz alta y quitarnos el sombrero: "Buenos días, mi querido amigo", y ellos nos respondían con insultos: "Maldito judío". El dolor y la burla estaban presentes en todo momento: obligaban a las personas a desnudarse en la calle y las forzaban a bailar y cantar para divertirse. 

Matar se convierte en adicción y vicio. Eso sucedió con los nazis, querían cada vez más. Se lanzaban en manadas a asaltar de noche las casas de los judíos, violaban a las mujeres delante de sus familias. Los califico como "manadas" porque, ¿cómo se puede llamar a un grupo de siete bestias que ultrajan a una muchacha de 16 años? Después del cuarto agresor la chica ya estaba muerta, pero eso no les impidió llevar a cabo su fechoría,la golpeaban y le escupían. Sucedían cosas muy dolorosas y humillantes, gozaban martirizándonos.Era así como querían vernos: maltratados, desmoralizados,cargando a cuestas la impotencia de ser excluidos en nuestro propio país por el simple hecho de profesar una religión distinta. 

Todo esto deterioraba la fuerza moral. Al principio estábamos deshechos, pero después esa situación se convirtió en algo normal, porque vinieron cosas peores.Sacaban a nuestros abuelos de sus casas, improvisaban una horca y los colgaban en la calle para ponerles un letrero donde nos amenazaban de muerte si no los obedecíamos. Quemaban edificios enteros con sus habitantes dentro. En una de estas ocasiones una mujer desesperada les pedía que salvaran a su pequeño hijo,que gritaba en el interior. Los nazis fingieron conmoverse y acercaron una manta para recibir al infante cuando saltara del departamento en llamas; sin embargo,al lanzarse lo recibieron con disparos de bayonetas.Estaban adiestrados para hacer sufrir. 

Nos hacían trabajar día y noche sin darnos de comer.Por supuesto, la gente moría de hambre y de frío,pues las temperaturas eran de 15 a 17 grados bajo cero,no teníamos con que abrigarnos y sufríamos palizas.Era común encontrar en las calles montones de cadáveres que no eran enterrados porque no había quien lo hiciera ni donde sepultarlos, lo que desató epidemias. La única forma de conseguir doctores y medicinas era fuera del gueto; entonces los niños pequeños se escondían debajo de los tranvías, arriesgando la vida para buscar ayuda. Todos estábamos muy débiles por la falta de alimento. Antes de la guerra yo pesaba más de 80 kilos; un año y medio después, al salir del gueto, pesaba 46 kilos. La situación era tan desesperante que mucha gente optó por el suicidio. 

Mi padre murió en esa época. Perdió la vida por esconder a personas enfermas en nuestra casa: cuando los nazis lo detectaron, lo condenaron a muerte. Él tenía una fuerza física extraordinaria, y a pesar de que le amarraron las manos por detrás en la horca, logró soltarse y salir con vida. Existe una disposición internacional que indica que no se puede sentenciar a muerte dos veces a una persona. Sin embargo Adolf Eichmann,el segundo de Hitler en el "asunto de los judíos", giró la instrucción de llevar a cabo la ejecución. Aunque los verdugos alemanes se resistían a cumplir la orden, tuvieron que hacerlo. Medio siglo después, el oficio con la instrucción de la ejecución contra mi padre llegó por correo a mi domicilio en México: lo doné al Museo del Holocausto en el Distrito Federal. 

El tiempo no regresa, el pasado no se puede modificar.A la distancia mucha gente me pregunta: "¿Porqué no se defendieron?" La razón es muy simple: el pueblo judío nunca se distinguió por ser bélico. Al analizar las similitudes y diferencias entre la religión católica y la judía... ¡Jesucristo también era judío!Nos enseñaron a hacer lo mismo que él, a poner la otra mejilla cuando nos golpeaban. Hitler lo sabía y se aprovechó de que el judío no tenía una educación para defenderse a sí mismo. Sin embargo, hicimos lo que pudimos.

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