Los nazis siempre fueron cobardes. Cuando el ejército ruso se acercaba a Auschwitz sabían que estaban perdidos y trataron de eliminar todas las evidencias de sus crímenes, pero no les dio tiempo. Así que decidieron huir 10 días antes de la llegada del enemigo y llevar con ellos a todos los presos que podíamos todavía caminar con rumbo al campo de concentración de Mauthausen, ubicado en Austria. Sin embargo, dejaron en Auschwitz miles de enfermos que no podían casi moverse.
"Marcha de la muerte", así denominaron los alemanes esta nueva tortura, durante la cual nos hicieron caminar semidesnudos en el crudo invierno de enero, que es la época de frío más intenso en Europa, por tres semanas, día y noche, sin comida ni agua, y lo peor:sin dormir. El comando estaba compuesto más o menos de 58,000 presos. Delante iban las mujeres y dos kilómetros atrás avanzábamos los hombres. El sueño nos dominaba y lo hacía a tal grado que uno se despertaba cuando chocaba con el compañero que iba delante; sólo el instinto nos hacía seguir. Mi hermano Moisés andaba a mis espaldas y durante el trayecto intentó calentarme sobándome la espalda y abrazando mi torso. Me mantuve despierto todo ese tiempo porque a los que se atrasaban o caían los mataban inmediatamente.Los nazis, al lado de las filas, nos custodiaban montados en motocicletas con canasta, en la que un oficial nos apuntaba con una metralleta. Ni hablar de los que murieron de hambre y de cansancio.
Nosotros tuvimos que enterrar a los muertos. Nonos agradaba, pero de alguna manera lo hacíamos voluntariamente porque eso nos daba la oportunidad de descansar un momento. Al ir avanzando, encontrábamos montones de cadáveres de mujeres que teníamos que sepultar también. Uno hacía las cosas porque no le quedaba de otra y además rápidamente porque no nos permitían entretenernos demasiado.
Así fue como conocí a B, en un cerro de cuerpos femeninos esperando ser enterrados. Ella yacía entre las occisas y de pronto se sentó, abrió los ojos y me miró. Le hable en polaco y me respondió. Nos preguntábamos mutuamente qué había sucedido, por qué ella estaba entre las muertas. Después nos dimos cuenta de que el tirador había fallado al dispararle, pero por el susto B se había desmayado. Los nazis la aventaron junto con los cadáveres fuera del camino y, cuando estábamos por enterrarla, despertó.
Mis compañeros y yo nos preguntamos qué hacer con esa joven. Sabíamos que nos dirigíamos a otra parte y supusimos que, como en Auschwitz, habría un lugar para mujeres y otro para los hombres, pero mientras tanto y para que no se dieran cuenta los que nos vigilaban, cada uno de nosotros le proporcionó una prenda masculina de las que vestíamos y la llevamos caminando con nosotros haciéndola pasar por hombre.
En el peregrinar cruzamos varias ciudades: Cracovia,la capital de la antigua Checoslovaquia, hasta llegara las montañas de los Alpes austriacos, donde se encontraba el campo de Mauthausen. ¿Por qué estaba situado este campo en los Alpes y por qué nos llevaron allá? Porque era un buen lugar para esconderse.Los aliados podían destruir Auschwitz, pero no podían destruir todos los Alpes para capturar a los nazis.Allí fue donde mi hermano Moisés murió y donde nos arriesgamos a confesarle a los alemanes que habíamos encontrado a B y la habíamos traído caminando con nosotros. Yo pensé que me iban a matar por ir en el grupo que la rescató, pero no fue así; por el contrario, inmediatamente se la llevaron porque Mauthausen no tenía un apartado especial para mujeres:la llevaron a un burdel para nazis.
En el nuevo campo estuve cuatro meses trabajando en la fábrica, donde aprendí a elaborar armas. Para ese entonces yo pesaba sólo 36 kilos. Transcurrido ese periodo nos liberaron los estadounidenses. Cuando supimos que los alemanes habían perdido la guerra,muchos regresamos a buscar a los nazis que nos custodiaban y los encontramos. Uno de ellos me besa balas botas pidiéndome que no le hiciera daño porque tenía esposa e hijos. Yo me llené de coraje y le grite:"¿Crees que todos los que mataste no tenían familia?"Pero me di la media vuelta y lo dejé hablando solo,porque uno también puede engendrar sentimientos de ira.
En ese momento pude haber vengado a un sobrino mío que tuvo la mala suerte de nacer cuando empezó la guerra. Como los nazis prohibieron el nacimiento de niños judíos en esos años, tuvimos que encerrarlo en el sótano de la casa. Yo bajaba a platicar con él, tenía tres años y a la luz de una vela le contaba cómo eran las cosas fuera del oscuro lugar al que estaba confinado.Le hablaba del sol, las personas y otros niños como él. No me prestaba mucha atención porque le comentaba cosas que él no conocía y por lo tanto no comprendía. Desgraciadamente cuando nos llevaron a Auschwitz murió con todos los demás en la cámara de gas. Es un recuerdo muy doloroso, pero matar a los nazis no era el camino, porque hubiera sido una matanza sobre otra.