En Polonia el segundo idioma era el alemán. No es que se hablara en las calles, lo aprendíamos en la escuela. A mí me fue de mucha utilidad cuando estuve en la resistencia polaca. Quizá por mi edad o por el deseo determinar con el infierno que mi gente estaba viviendo me involucré en eso. También lo hizo mi compatriota Karol Wojtyla, quien era de mi edad; ambos participamos activamente, cada quien por su lado, para combatir como pudimos al fascismo nacionalista.
Yo boleaba zapatos en el gueto y cuando los nazis se acercaban para que les diera grasa a sus botas, por lo general se sentaban de dos en dos. Escuchaba sus conversaciones y como ellos no sabían que yo entendía su idioma, charlaban con confianza. En muchas ocasiones llegué a enterarme de sus planes y de los lugares que iban a atacar e inmediatamente les avisaba a los compañeros para que pudieran escapar y esconderse. Esto era muy peligroso, porque si me hubieran descubierto seguro perdía la vida. Una vez, sin pensarlo, le pedí un cigarro a uno de ellos y como le extrañó que yo hablara alemán, me cuestionó, tuve que inventarle que mis padres eran alemanes para que no sospechara y aun así me preguntó de qué provincia éramos, porque yo hablaba raro. Hasta me indujo para enrolarme en el ejército alemán, me dio la dirección y yo sólo atiné a mostrar un poco de interés y retirarme inmediatamente.
Tres millones y medio de judíos estaban recluidos en los guetos; tan sólo en el de Varsovia había medio millón. La situación era desoladora, el hacinamiento,las enfermedades... Además, había muy pocas familias completas, la mayoría habían perdido cuando menos a uno de sus miembros. Vivimos cosas muy difíciles. Hitler lo sabía e incluso llegó a decir que los mismos judíos le pedían que los matara... Y desgraciadamente fue cierto, pues la gente prefería morir a sufrir de esa manera.
Él aprovechó eso, nos engañó y nos propuso ir a Alemania a trabajar. Su argumento fue que como sus compatriotas estaban defendiendo el país, las fábricas estaban abandonadas, así que requerían de nuestra ayuda. Nos prometió casas y escuela para los niños,prestaciones: en resumen, una vida mejor. ¿Qué teníamos que perder, la vida en el gueto? No le teníamos confianza, pero tampoco teníamos otra opción.

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Ficção HistóricaTestimonio de un sobreviviente de los campos de exterminio nazis.