Llegué a México, con permiso de estancia por tres meses, a los 27 años. Mi familia me trató muy bien y pasamos agradables momentos. Con mis primos fui conociendo la vida en este país; no tenía permiso de trabajar, pero tampoco pensaba quedarme, entonces me dediqué a aprender de la gente, era lo menos que podía hacer después de haber estado encerrado por tantos años.
Aquí conocí a mi esposa, ella es mexicana, su familia vivía por la calle de Peralvillo. Su padre fue de origen ruso y su madre polaca, así que al principio ella tampoco dominaba muy bien el español; sin embargo tuvo la buena intención de enseñarme a mí, que en absoluto conocía el idioma. Por ejemplo, me llamaba la atención algo que ella decía cuando por descuido yo tiraba algún objeto: "¡Lo vas a tirar y se va a caer!", y yo pensaba: "Bueno, si lo tiro pues se cae, ¿cómo está eso?" Ella también estaba aprendiendo de oído el idioma.Recuerdo otra anécdota: cuando salíamos a pasear,a veces a cenar o a bailar, caminábamos tarde por las calles sin ningún temor. Cuando nos encontrábamos a algún borrachito que le lanzaba piropos, yo estaba listo para pegarle, pero ella me explicó cómo eran las cosas aquí.
Yo le comenté mis planes de ir a Israel y mis razones para hacerlo. Ella estaba de acuerdo, pero se embarazó y los propósitos se pospusieron un año. Después de nuestro primer hijo, vino una niña y así nuestra familia fue creciendo.
Aquí en México yo me dediqué a fabricar uniformes deportivos, escolares y para obreros. En algún tiempo también escribí en yídish para algunos periódicos internos,no precisamente de circulación abierta; me pagaban por ello y el dinero siempre hacía falta.
Seguía escribiendo a mis amigos y contándoles cosas maravillosas de este país. Les mandaba fotos de la Catedral, de la Alameda, Bellas Artes, pero no me creían. Ellos me respondían: "¿Es broma, verdad?" Y yo les decía: "México es un paraíso. ¿Han visto a alguien regresar del paraíso?, pues yo tampoco lo voy a hacer". Dios me mandó aquí porque es una bonita ciudad.
Lo que sucede es que a Italia, y a toda Europa, llegaban películas de rancheros, con disparos, pistolas y gritos.Tiempo después ellos comprobaron lo hermoso que es México porque venían a visitarme muy seguido;ahora ya no vienen porque están más rucos que yo. En ese tiempo íbamos a Ixtapan de la Sal, nos divertíamos mucho.
Mi esposa y yo cumplimos ya las bodas de oro, tenemos tres hijos y dos hijas, muchos nietos, y hace algunos días nació nuestro primer bisnieto. El único problema que tengo yo con mi familia es cuando hay un partido de fútbol en el que se enfrentan Italia y México, porque todos le van a México y yo le tengo que ir a Italia, porque siempre tiene que haber un contrario.Eso sí, si yo gano no me pagan, pero si ellos ganan hay que cumplir.
Yo amo México porque aquí me hice, y no lo cambio por ningún otro país por muy desarrollado que sea,empezando por Alemania o Inglaterra. ¿De qué les sirve ser del primer mundo si no tienen sentimientos?,son personas secas. En cambio un mexicano no es capaz de hacer daño, habla de corazón. Algún día que tuve un accidente automovilístico la gente que estaba en las calles o en sus casas vino a auxiliarme. En México la gente es capaz de ayudar en cualquier sentido alas personas. Llevo ya 58 años viviendo en México,tengo muchos amigos y compadres. Nunca pensé en regresar porque mi esposa es mexicana, mis hijos y mis nietos también, incluso yo nací cuando llegué a este país. Por eso a cualquier lugar al que voy presumo de ser mexicano. ¿Quién me iba a molestar por racismo si aquí no existe eso?
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73760
Ficción históricaTestimonio de un sobreviviente de los campos de exterminio nazis.