Una vez dentro de su coche, Ed me cogió de la mano y, con una sonrisa, arrancó hacia el restaurante.
Cuando llegamos, el pelirrojo se bajó del vehículo y dio la vuelta hasta abrir mi puerta y ayudarme a salir.
Yo le agradecí ese caballeresco gesto con una sonrisilla, mientras él simplemente se sonrojaba.Entramos a aquel lujoso restaurante tomados de la mano, y nos sentamos en la mesa que nos habían reservado. Cuando vino el camarero, Ed pidió una botella de champán para los dos. Lo trajeron y lo probé por primera vez, y como me esperaba, me encantó. Después de eso, pedimos la comida, una muy lujosa que yo ni siquiera supe pronunciar y que tuvo que pedir Ed por mí con una carcajada. También estaba deliciosa. Comimos prácticamente en silencio, con alguna pequeña charla entre medias, pero prácticamente disfrutando nuestros platos. En cierto momento, el pelirrojo encontró mi mano sobre la mesa y, una vez más, me la tomó y la apretó dulcemente, cosa que no me esperaba, pero me gustó más de lo que pensé que podría gustarme que alguien me tocara la mano.
Al acabar la cena, dimos un paseo antes de volver a mi apartamento. Íbamos hablando de cualquier tontería y, sin saber cómo, acabamos en el mismo parque en el habíamos pasado la tarde el día anterior. El cantante me pasó el brazo por la cintura y me dirigió hacia un banquito frente a un lago, donde nos sentamos en silencio.
Después de unos minutos, le oí hablar:
-Increíble, ¿eh?
Yo le miré sin comprender.
-¿El qué?
-Pues... Que hace tres días eras simplemente una fan más, y ahora... Fíjate. Ahora estamos aquí, sentados solos en un banco.
-Sí que es increíble, sí. Parece como si estos últimos tres días hubiesen pasado en años.
-Me has cambiado la vida, Lucy. Hace nada solo pensaba en mis conciertos, en la música, en beber y poco más. Pero llegaste tú, y supe que no ibas a ser una fan más. Desde que te conocí no he vuelto a pensar en ningún concierto, ni siquiera me ha apetecido una cerveza...
-Teddy... Eso es precioso.El pelirrojo me sonrió y se quedó callado.
De repente yo pensé en los conciertos. Y rompí el silencio.
-Oye, Eddie... Estaba pensando... ¿Te tendrás que ir? Por la gira, digo...
-No, bonita. ¿No eras tú mi mayor fan?- dijo con una carcajada.
-Ya, bueno... Exageré un poquito, a lo mejor...- respondí sonrojada con una risa nerviosa. Es verdad que me gustaba muchísimo y que me sabía prácticamente todas sus canciones, pero tampoco lo sabía todo sobre él.
-Pues no, el que viste tú era el último concierto de la gira. Ahora tengo todo el verano libre.
-¡Eso es genial!- no pude contener mi entusiasmo.El chico se rió, lo que me provocó una oleada de orgullo al saber que era la causante de aquel repentino burbujeo de alegría.
Cuando acabó de carcajearse, nos levantamos de aquel banco y el cantante me acompañó hacia mi casa.
Cuando llegamos, justo antes de bajarme del coche, Ed me agarró del brazo, impidiéndome salir. Yo le lancé una mirada interrogante, a la que respondió con una pequeña sonrisa y unas pocas palabras:
-Me lo he pasado muy bien esta noche.Yo le dediqué una sonrisa que mostró mis dientes y bajé del vehículo. Cuando llegué a la puerta de mi casa, me di la vuelta, para encontrar a Ed dentro de su coche, despidiéndome con la mano. Yo agité la mía y entré.
En cuanto estuve dentro, me fui hacia mi habitación, donde me puse el pijama y, mientras escuchaba la música del pelirrojo al que acababa de despedir en la puerta de mi casa, llamé a Sam y, entre gritos por su parte y emoción por la mía, le relaté aquella noche que para mí había sido simplemente mágica.
****
Al día siguiente, me despertó el constante sonido del timbre de mi puerta.
Somnolienta como estaba, acudí a abrir para encontrarme con la mirada burlona de Mike, que llevaba una bolsa de comida china en las manos y una película de miedo en la otra.
Yo miré la hora: eran las dos de la tarde. Sonreí a mi mejor amigo y le dejé pasar al salón, después me vestí con una simple camiseta blanca y unos cómodos pantalones negros.
Acto seguido, volví al salón donde me esperaba el chico sirviendo la comida en varios platos que había sacado de la cocina y con la película preparada para ver.Yo me senté a su lado, cogí mi plato y me preparé para los muchos sustos que vendrían.
A mitad de la película yo ya estaba acurrucada en su regazo mientras él me acariciaba el pelo en un intento de tranquilizarme. En un momento dado, ambos nos miramos, conectando nuestras miradas, hasta que yo aparté la mía, pues notaba que mis mejillas se tornaban color carmesí.
Cuando por fin acabó, Mike me ayudó a recogerlo todo y se fue, despidiéndose con una sonrisa de medio lado y un casto beso en la frente, seguido de un largo y tierno abrazo.