M a r í a.

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-La materia viva, se diferencia de la muerta por los procesos metabólicos complejos; cuando una molécula circula por la tierra está sometida a cambios en su estructura debido a las condiciones de su entorno, si está viva, responderá a estímulos, si está muerta...

     Sí, eso responde todas mis sospechas.

  La biología no es lo mío. Tal vez lo mío sea cantar. Si me apunto para algún programa de esos de tanlento...

  Todos parecen muy sumidos en la explicación de la profesora, tomándo notas y eso. ¿Será que esto va para el exámen?

¿Habrá exámen al menos?

-Ey, María.

      Escucho que dicen mi nombre en susurro, reconozco la molesta voz y me niego a voltear. Estaba decidida a intentar prestarle atención a la profesora Zapata por muy dolorosamente aburrida que fuera, cuando una bola de papel impacta con mi cabeza y aterriza en la mesa de mi pupitre.

  
Maldita cabezota que se golpea con todo.

   

  Ruedo los ojos. No es necesario desdoblar el papel para saber quién lo envia, hay... estem, miembros masculinos dibujados por toda la superficie del proyectil del papel. Esto dice James Rodríguez por todos lados.


      Literalmente.

   
   Desdoblo el papel corrugado para encontrarme con una letra rara, difícil de entender. Una letra de niño de preescolar zurdo.


      [María, copia para que me lo prestes después. Y péinate, te ves como si te hubiesen robado.]

   Aún a éstas alturas me pregunto el por qué alguien como James Rodríguez, payaso de profesión e idiota con problemas de miopia de corazón, decidió tomar el último puesto en el salón y sentarse detrás de mí.


    Quiero decir, tener la pizarra tan lejos y usar lentes no es una buena combinación, ¿no?


    No es que me importe mucho quién se siente detrás de mí, pero precisamente James es esa clase de persona que todos tienen en su salón. Ya saben, ese que se encarga de armar escándalo con sus chistes en los momentos menos justos. Un alborotador nato, un terror para cualquier profesor.



   Me volteo y entrecierro los ojos a la pesadilla que tengo a mis espaldas. Un chico alto, muy alto a decir verdad, de tez blanca, cabello extremandamente negro y con unas gruesas gafas de pasta negra sobre el puente de su naríz me devuelve una mirada divertida.


    Eh, ¿hola? Te estoy dando una mirada fulminante. No te atrevas a sonreirme.




-Métete tus papelitos por el culo-le devuelvo educadamente la hoja ya extendida.


    Ríe, con esa risa sarcástica y ronca que hace que te contagies.



-Pido la paz, María-Me señala-. Aunque eres adorable cuando dices groserías.





   Ajá claro.


    Buena parte de las niñas del salón andan detrás de James, como perritos,  ¿la razón? Aún es desconocida para mí. Y es molesto, porque más de una vez me ha tocado pasarle notas de amor con su nombre en corazoncitos a él.

   ¡Yo, María! ¡Reducida a pasar notas de amor que ni siquiera me pertenecen!


   Justo en la soledad.



   Pero a mí no me importa James, total. Ésta relación donde yo le dicto y él copia ni siquiera es una relación.


   Nunca pasará nada más que un María, díctame. Que no veo.

María, no veo. [#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora