v e i n t i d o s.

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-Hola, James.


-Hola, María.



-¿Cómo estás?



-Bien, gracias a Dios.




-Mm... Ya me tienes de vuelta, ¿cómo sobreviviste estos días sin mí?




-No te creas la gran cosa. Ni siquiera noté que andabas con Daniel de arriba para abajo. No, no me di cuenta.



-Eh, claro. Yo no insinuaba que me extrañabas ni nada por el estilo... Hey, ¿no tienes un lápiz que me prestes?



-Daniel debe tener.





-Pero te lo estoy pidiendo a ti.





-¿Por qué no vas a hacerle ojitos al cara de coleto de Daniel? Porque eso es lo único que has hecho toda la semana. Te apuesto a que Dani si tiene un lápiz para prestarte, ve con él.



-... Voy a asumir que tienes un problema con Daniel.




-No lo  entiendes.



-Estás haciendo un gran drama por un lápiz. ¡Un lápiz, joder!



-¡Mi lápiz es tan bueno como el de Daniel, ten eso claro!



-¡Yo no he dicho nada de tu lápiz!




-Ah, ¡pero lo pensaste!



-¿Por qué iba a pensar en tu lápiz?




-¡Todo el mundo piensa en mi lápiz, mi lápiz es lo único que me queda!



-¿De qué rayos estamos hablando?



-Pregúntale a Daniel. Él debe saber.




-Eres insufrible.




-Toma, ¿bien? Aqui está. Escribe y ya déjame en paz, me vas a volver loco. 




-Gracias... Y oh, también me hiciste falta.



-No seas tonta.





-¿Tonta?



-Extrañé no tenerte para molestarte.



-¿Hablas en serio?




-No me gusta bromear con esas cosas. Y espero no escuchar que le pides lápiz a Daniel. Te di el mio, es más que suficiente, ¿no?



-Eh, seguro.





María, no veo. [#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora