J a m e s.

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-Espera, ¿qué? ¿Me dices que tienes una banda? ¡Daniel, eso es muy chévere!

-Yo no lo llamaría banda, María. Solo somos mis amigos, mi guitarra y yo. Nada del otro mundo.

-Igual, sigue siendo genial.

-Si tú lo dices, deberías venir a escucharnos tocar. Una opinión objetiva nos seria de ayuda, ¿tienes libre este viernes?

-Oh... No lo sé, tengo que ver.

-Me parece justo. Te puedo dedicar una canción y todo. Para que te enamores de mí o para que no quieras volver a verme.

-Supongo que con eso matas a todas las chicas. Con el "te dedico una canción. "

-¿Te sorprenderías si te digo que no? Las canciones no son cosas para regalarle a cualquiera. Y tengo ganas de dedicarte una, ¿me dejas?

-Ah, jiji. Creo que sí.

       Ok. Sé que está mal esto de escuchar conversasiones ajenas, pero en mi defensa; desde aquí huelo las ganas de Daniel de comerse a María. Literal.

    Ay, tengo una banda y soy muy profundo, ay mírenme. Dedico canciones y soy muy profundo. Buh.

     Imbécil.

     Yo también puedo tener una banda. Solo necesito un palo de escoba, un bote de basura y un recipiente tupperware. Mis instrumentos.

     Tal vez así María se ria como una tonta conmigo también.


-Marico.

     ¿Cómo es que Mari lleva dos dias sentandose adelante? Su lugar es aquí, conmigo.

    Digo, por la asignación de pupitres. Eso.

    Sí, eso.

   Los veo muy animados. Riéndose.

   ¿Será que a María le gusta Daniel? Por curiosidad.

    No lo sé, James. Malditamente no lo sé. Y no me importa.

    Mejor veo a otro lado y me concentro en no sé, los ejercicios.

    O lo que sea. Pero normal, no me interesa que María esté tan pegada a Daniel.

   No me interesa.



   No, no me interesa.


María, no veo. [#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora