Cada vez será peor

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Ya no podía mirarlo más de un segundo sin que todo mi cuerpo temblara.

El más mínimo defecto en algo lo sacaba de quicio y yo pagaba los platos rotos.

La mirada que me acababa de digerir me tenía a punto de hacerme enzima.

—¿Eres estúpida?

—Perdón, yo...

Me volví pequeña en mi sitio, mi constante temblor había hecho que manchara el mantel mientras servía el desayuno, salpicando la camiseta blanca de Tom con comida.

—Mi cielo... No quería... Te traeré otra camiseta

—¡Muévete! Eres una idiota

Se deshizo de la prenda manchada y enseguida le pasé la nueva.

¿Cómo podía verlo aun tan guapo, siendo el monstruo que era? Debía quitar la vista de mi verdugo en lugar de mirar su torso desnudo con indulgencia. El no era un Dios, si no todo lo contrario. Tenía más marcas provocadas por él que huesos en el cuerpo. Me sorprendí a mi misma llorando mientras lo veía.

Aquel no era mi Tom, ese no era mi novio. Solo podía ser un demonio detrás de la sombra del que creí era el amor de mi vida.

—¿Ahora por qué lloras?— Me miró con la cabeza ladeada y fastidio en su cara —Esta vez no te he hecho nada

No dije nada, tenía miedo de contestar cualquier cosa estúpida que hiciera que me golpeara.

—¿Me dejas hablando solo? Me estas fastidiando el almuerzo demasiado.

—Lo siento

La confusión en su cara era evidente, volvió a su asiento y se dedicó a comer, mirándome cada tanto para ver que hacía.

Cuando terminó, pasó de mi, se lavó los dientes y se paseo por la casa como si nada.

Se paró en la puerta de la cocina y con los brazos cruzados se recargo en el marco.

—Ven a la cama conmigo

No dije nada, obedecí el mandato y me senté en la cama, dejándolo que me guiara a lo que quisiera hacer.

Se desabrochó el pantalón y me quito la ropa. Besó mis labios, recorrió mi cuerpo con dulzura y entró a mi como en mucho tiempo no lo hacía. Inclusive, haciéndome creer que lo hacía con gusto.

Se detuvo, me miró y sonrío con malicia.

—Anoche me acosté con otra mujer.

Nada... Me quede en blanco.

¿Qué acababa de decir?

Se me revolvió el estomago apenas logré captar sus palabras. Mi cuerpo entero tembló, él aún estaba dentro de mi, enzima mío. Besando mi cuello y pasando descaradamente la lengua por el.

—¿Qué?

—Fue la mejor noche que he tenido desde que comencé a salir contigo.

Instintivamente lo empujé. ¿No había encontrado otro momento para decírmelo más que ahora? Justo tenía que estar dentro de mi para confesar que me había engañado.

—Y lo hacia de maravilla.

Dijo en mi oído, solloce, intentando zafar mis muñecas del agarre que me había impuesto

—Déjame, quítate de enzima.

—Ella gemía y gemía. Lloriqueaba mi nombre mientras se metía mi polla en la boca

—Eres un cerdo Tom

Se estaba burlando de mi, mofándose en mi cara de sus acciones indebidas.

—Me rogaba que le hiciera lo que a ti nunca te he hecho— Besó mi cuello, probándome asco —Le hice el amor.

¡Crack! La gota que rebasó el baso.

La poca autoestima que coacervaba se desintegró cuando el dijo aquello.

Nunca me había amado.

Nunca me amaría.

—¿Por qué me haces esto?

Disfrutaba verme llorar, de lo contrario no me causaría un dolor tan grande.

Lo amaba a pesar de todo, pero ahora mismo, ese amor no podía ser otro sentimiento más que el rechazo puro a su persona, sentimiento que solo se intensificó con su siguiente afirmación.

—Me gusta verte sufrir. Me delito con tus lagrimas— Recogió un par con su lengua —Me gusta que sepas que eres mía y me tengas miedo.

Me estremecí, preparándome mentalmente por si mi respuesta lo provocaba lo suficiente para lastimarme físicamente.

—Te odio

Pero una risa fue todo lo que recibí. Se burló de mi en mi cara, enzima de mi... Dentro de mi.

Y yo lo había consentido.

El diablo tiene nombre [Tom Kaulitz]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora