...La tragedía sucederá

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Mi visión se aclaro, podía escuchar sirenas, gente gritando, una ambulancia, todo era lejano, pero no como la última vez.

Ahora la oscuridad se había convertido en un atisbo de color azul, una bruma que me dejaba ver todo parcialmente. Era algo borroso, pero podía distinguir todo claramente.

Tom estaba en el piso, maldiciendo una y otra vez, golpeando sus manos hechas puños contra el suelo. Del otro lado de la acera, mi padre abrazaba a mi mamá por la cintura, ella gritaba una y otra vez mi nombre, las lagrimas desvordandole por los ojos y arruinando el perfecto maquillaje que lucia desde que yo era niña.

El dueño del auto estaba siendo atendido por los paramédicos, la bolsa de aire casi lo había ahogado, pero no tenía lesiones mayores. En cambio yo, yo estaba incrustada sobre el parabrisas con la cara chorreante y la nariz rota, las astillas del parabrisas tajaban mi cara y mis muñecas, toda la sangre descendía por el capo hasta los cristales rotos en el piso.

Uno de los camilleros dijo que la muerte había sido instantánea, la velocidad del auto había sido demasiada para la de la calle, mi descuido al cruzar me había sentenciado a morir tan rápidamente que no había nada que hacer.

Claro, "descuido", porque para todos eso fue, nadie había notado que prácticamente había sido arrastrada por Tom hasta aquí, que ya había estado a punto de dispararme y nadie lo notó. Lo que todo el mundo había presenciado era a la pobre chica cruzar la calle y ser arrastrada por un auto a exceso de velocidad.

Miré mi cuerpo ser retirado del cristal, el horror en la cara de los mirones era indescriptible, mi padre mordía su puño mientras miraba toda la sangre abandonar mi cuerpo a borbotones, los gritos histéricos de impotencia de mamá alteraban aún más el orden de los paramédicos, y Tom... Tom había corrido a su auto como el cobarde que era, aprovechando la multitud para perderse y zafarse del problema.

Lo miré correr, sin poderme mover del lugar, lo había entendido todo. Tom era cobarde, no podía ver como había terminado con la vida de la persona a la que juraba amar tanto.

Quise seguirlo, pero no entendía las condiciones del nuevo aspecto de mi misma. Sabía que estaba muerta, sabía que ya no era una persona y los demás no podían verme, pero no entendía del todo que era lo que seguía haciendo aquí.

Miré a mis padres, acercándome a la figura de mi madre y rosando su mejilla con la yema de los dedos. La traspase, mis dedos fantasmales no podían tocar a los vivos. Pero a penas toque nuevamente la zona, mi madre se desplomó. No debía tocarlos. Ya suficiente tenían con verme morir como para seguir molestándolos.

Me sentí llorar al mirar a mi padre y tener que alejarme. ¿Los fantasmas lloraban? Pues al parecer si, pero no solo había lagrimas empapando mi rostro, pequeñas gotas de lluvia empezaron a traspasarme y mojar el piso, ignorando el clima frío y seco que había minutos antes.

Por fin había llegado el momento, tenía al fin lo que tanto había anhelado. Ahora era libre, libre en otra dimensión desconocida, en la que no podían herirme.

Una luz se abrió a mi lado, tal vez la típica luz que te lleva al otro mundo, a la eternidad.

Pero no la seguí, tome otra opción: Seguí a Tom.

El me había atormentando durante mis últimos meses, me había hecho daño... Ahora le devolvería el favor...

El diablo tiene nombre [Tom Kaulitz]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora