La tormenta apenas empieza

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Luego de aquella mañana ya nada había sido igual. Tom llegaba muy tarde a casa y sabía la razón, él mismo se encargaba de gritármela en la cara antes de marcharse.

Ya no me golpeaba tan seguido, aún lo hacía pero la ocasión era rara.

Mi "hogar" se había convertido en mi prisión personal. No tenía ni una llave del lugar y cuando Tom salía, se encargaba de cerrar con mil candados todo. Había arrancado el inalambrico y me tenía bajo amenaza si intentaba escapar.

Termine la cena, sola como ya era normal. Me fui directa a la cama, ya ni siquiera lloraba hasta quedarme dormida, ni me lamentaba de saber la vida que llevaba, solo rogaba a todo en el universo que mi martirio acabara tarde o temprano, de la forma que fuese.

Me quedé dormida, el silencio de la casa reinando en los alrededores. Todo era tranquilo mientras Tom no estuviera, pero esa calma se terminaba apenas la puerta principal se abría y aparecía la figura misma de Satanás por ella.

Y esta noche no sería la excepción.

Luego del azote de la entrada principal, la escalera repiqueteó bajo sus zapatos, la recamara se iluminó y yo solo pude fingir seguir dormida.

—Mi hermosa pequeña— Se acercó a mi lado de la cama despacio —Levántate

Tomó mi pierna y me saco de la cama, lanzándome al suelo.

Abrí los ojos fingiendo confusión, como si de verdad hubiera estado descansando.

—¿Tom?

Me puse en pie, mirándolo con confusión. Sabía de donde venía, aun podía ver labial en sus comisuras y el olor a perfume en su ropa.

Si estaba satisfecho gracias a su puta ¿Qué demonios quería?

—La cena esta en el microondas. La calentare ahora mismo.

—No tengo hambre

Tragué saliva. No me gustaba para nada su actitud. ¿Se atrevería a tocarme?

Estaba serio, su mirada gélida no mostraba nada.

—¿Qué quieres de mi?

Pregunté frustrada, lo que sea que quisiera, se lo daría. Pero tendría que dejarme en paz después.

—Ya no sé de que otra forma humillarte más— Apreté los labios —Ayúdame cielo. ¿De que manera puedo acabar con la poca dignidad que te queda?

Quería escupirle, escupir su maldita cara de bastardo y golpearle la cara con un bate.

Se acercó a mi oído.

—Dime una manera diferente para trapear el piso con tu inocencia

Bufé, regresando a la cama, ignorando sus tirones seguidos de carcajadas que retumbaban en mis oídos.

—¡Déjame en paz!

—Verte enojada me exita demasiado

—Pues olvida eso porque nunca me volverás a poner un dedo enzima después de lo que me hiciste

—¿El que?

—¡Me engañaste!— Pataleé —Y tuviste el descaro de decirlo mientras me hacías el amor

—Cariño. Ya te dije que NUNCA te he hecho el amor. SEXO, eso es lo único que ha sido para mi.

—¡Para mi no lo era!— Las lagrimas picaban en mis ojos —Por eso nunca más voy a estar contigo.

El diablo tiene nombre [Tom Kaulitz]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora