La última oportunidad a veces es LA ÚLTIMA

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Me había arrastrado de vuelta a casa con la maleta tras nosotros, arrojándola dentro apenas abrió la puerta. Primero la maleta y luego yo, ambas en el piso como basura.

—Te advertí... Que no me hicieras enfadar...

Me arrastré hacia atrás, topandome con su imagen vistiendo únicamente shorts. Lo más seguro era que los había tomado a la carrera mientras iba a buscarme.

—Y me has puesto furioso

Busque algo con que defenderme, algo a la mano con lo que mantenerme a salvo.

Tomé lo primero que estaba a la mano, empuñando el bate de base ball que descansaba junto a la puerta

—No te me acerques

—Dios, no seas ridícula— Me pateo la mano, lanzando lejos el bate —¿Te crees muy lista? ¿Intentando irte a mis espaldas?

—Yo solo intentaba ponerme a salvo

—¿De qué? ¿De mi?— Se río sin humor —Voy a matarte por esto. Vas a conocer el infierno

Y como ya era costumbre, me tiró del cabello, arrastrándome hasta las escaleras y subiendo conmigo a rastras.

—¡Lo siento! ¡Basta!

—Aunque me supliques no voy a parar— Me soltó, yendo hacía el armario —Ésta vez fuiste muy lejos

El terror me invadió cuando vi el trozo de cuero en su mano. Empuñaba uno de sus cinturones más anchos, doblándolo a la mitad y haciéndolo sonar.

—No... Tom eso...— Grité, el cuero acababa de darme en la mejilla antes de que pudiera terminar —¡Me estas lastimando!

Sin importarle nada, blandió el cinturón contra mi, haciéndome gritar de dolor cada vez que una nueva marca roja se plasmaba en mi piel.

—Eres...Una...Zorra...Malagradecida...— Azotó sin compasión mis piernas y espalda —Debería... Matarte... Perra... Estúpida...

—¡PARA YA!

Me volví un ovillo en el piso, tratando de protegerme tanto como era posible, pero eso no evitaba los azotes de su firme mano.

—¡Date la maldita vuelta!

Pateó mi costado, haciéndome rodar sobre mi espalda, atizando otra ronda en mi estomago.

—¡Para! ¡Por favor!

Algo se removió dentro de mi, tal vez mi voluntad o alguno de mis órganos hecho añicos.

Tom tiro el cinturón a un lado y se dedicó a patearme las costillas y el estomago, dejándome sin aire.

—¡APRENDE QUE CONMIGO NO SE JUEGA!

Su rostro estaba rojo de ira, babeaba como si tuviese rabia y sus ojos inyectados en sangre lo hacían parecer un drogadicto teniendo un ataque.

Me alzó la cabeza, dándome de bofetadas una y otra vez. Me punzaban las mejillas, la nariz me empezaba a sangrar y cuando se detuvo y creía que iba a parar, su puño golpeo mi mejilla, luego la mandíbula y mi ojo derecho, intercalándose puñetazo tras puñetazo.

Me castañetearon los dientes, increíblemente no me había tirado ninguno aún. No quería ni ver mi rostro al día siguiente, de seguro ni yo podría reconocerme.

Ya no tenía la visión del ojo lastimado, solo veía brumas rojas, producto de la sangre que probablemente sería una hemorragia.

—Piensa dos veces las cosas la próxima vez

Sus nudillos estaba cubiertos de mi sangre, su cara salpicada y su respiración acelerada.

Me dolía cada una de mis extremidades, cuando creía que todo había terminado, mi brazo fue acribillado por su pie. Me pisó con tanta fuerza que logró partirme el hueso en dos. No podía ni moverme un apize o la punzada me provocaba un enorme dolor que ya iba a cobrarme la conciencia.

—No te quedes dormida— Palmeó mi cara —Aún no termino contigo.

Con mi ojo sano traté de enfocarlo, sintiendo el parpado pesado y a punto de cerrarse. Lo escuche irse, pero los pasos volvieron y lo sentí dejarse caer a mi lado. Poniéndome la cabeza sobre sus piernas

—¿Ves esto cariño?— Me preguntó —Me estas obligando a ir a los extremos

Intenté visualizar el objeto, gimiendo y alejándome apenas logré saber que era.

—Sh... Sh... Sh...— Me envolvió con los brazos —Tranquila mi amor. Si no te relajas esto no saldrá bien.

Lloré, este era mi fin. No quería morir, no quería acabar tan cruelmente.

—Si eres tan valiente para escapar de casa, anda, dale un besito.— Temblé, usando el único brazo que podía para alejarme esa cosa de la cara —¿Que pasa? ¿Estas asustada?

Puso el arma en mi boca, sosteniendo el gatillo

—Tom...

Balbuceé, tratando de alejarme lo más posible del instrumento.

—Vamos, sabes hacer más que eso

Introdujo el frió metal de la pistola en mi boca, el cañón descansando en mi lengua.

Mi ojo punzante estaba húmedo por mis lagrimas mezcladas con la sangre. Decir que tenía miedo era poco, estaba segura de que mi vida iba a terminar en cualquier momento, y solo hubo una ultima cosa que me hiso darme cuenta de lo perdida que estaba.

—Pero...

No podía avergonzarme ahora, Tom estaba atónito pero yo ya no lucharía más. Al menos así sabría cuanto miedo le tenía, si eso era lo que quería, lo había conseguido: Acababa de orinarme enzima.

El diablo tiene nombre [Tom Kaulitz]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora