Si pasó una vez...

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No hablé con el durante días enteros. Quería terminar todo ahí mismo, pero cada vez que me lo planteaba, los recuerdos buenos sepultaban a los malos con creces.

Perdoné a Tom tres días después, y luego de una semana, los pleitos comenzaron de nuevo. Pasando de ser pequeños conflictos de pareja a verdaderos campos de batalla donde la que siempre salía perdiendo era yo.

—¡Ya te dije que no quiero!

—No te pregunte si querías

—¡Suéltame!

Rodábamos en la cama sin llegar a un acuerdo. Él quería sexo y yo quería dormir, pero ninguno daba su brazo a torcer.

—Será mejor que cooperes o voy a hacértelo a la fuerza.

—No-quiero

Las aletas de su nariz se ensancharon, estaba enojado.

—Date la vuelta

—No— Una bofetada y mis lagrimas se saltaron. Pero no doblegué mi orgullo —¡No!

Arrancó con bestialidad la sábana, haciendo trizas mis braguitas de encaje mientras pataleaba y le golpeaba el pecho.

—¡Detente!

Se desabrochó los pantalones y comencé a gritar pidiendo ayuda. Me cubrió la boca con su mano y le di un buen mordisco, recibiendo un revés con el dorso de la mano.

—¡Hija de puta!

Se levantó de la cama, observando la marca de mis dientes en su palma.

—¿Te gusta morder, maldita perra? Veamos que tanto te gusta que yo te lo haga a ti.

—¡No! ¡Tom!

Se montó enzima mío, sujetándome los brazos y hundiendo su mandíbula en mi cuello con saña. Me deshice en las punzadas de sus dientes tratando de atravesar mi carne. Grité, mientras el pasaba de mi cuello a mis hombros, dejando marcas rojizas y algunas hasta purpuras. Cuando iba a repetir su asaña en mis pezones, ya estaba suplicando. Me iba a arrancar la carne de un mordisco y ya no podía más.

—¡Por favor! ¡Para! Me haces daño— Sollocé, hundiéndome tanto como podía para alejar su boca de mi —Haré lo que quieras. ¡Lo que sea! pero deja de morderme.

Y paró. Sustituyendo su mordiscos con suaves besos que me hicieron estremecer

—Está bien— Subió hasta mi cabeza, observándome desde su posición llorando como un bebé —Pero si vuelves a desobedecerme

—No lo haré

Sonrío, acariciándome la mejilla con el dorso

—Buena chica— Me besó la frente —Ahora, deja de llorar

Limpió mis lagrimas, ayudando a tranquilizarme.

—Te voy a hacer el amor y quiero que cooperes conmigo ¿De acuerdo?

Dudé pero acerté, el Tom cariñoso siempre me convencía para hacer todo, pero siempre aparecía el agresivo, el malvado, el que me hacía daño cuando algo no le parecía.

Ahora tenía miedo constantemente, miedo de que en cualquier momento, pasara de estar completamente feliz, a querer atacarme de la nada.

El diablo tiene nombre [Tom Kaulitz]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora