Linder:
Se que está cerca. El viento me trae el conocido aroma de su piel y el eco de su risa. Solo la escuché reír una vez, pero el musical sonido quedó grabado para siempre en mi memoria. Recorro los pasillos que se hacen interminables. Una tenue luz azulada que parece brotar de las mismas paredes ilumina con dificultad mi camino.
— Linder
La voz suave y apagada, renueva mis fuerzas. Su llamado es cadencioso y no hace sino aumentar mi inquietud. Desesperado, corro de un lado a otro, aunque tengo la sensación de estar dando vueltas en círculos. La certeza de que ella se escapa, me aterra:
— ¡Sorina! ¡Rina!
Grito sin dejar de correr. No puedo perderla, no otra vez. El pasillo se bifurca, y soy tironeado por el camino de la derecha. Lo sigo sin detenerme a pensar. Un par de pasos más adelante, me veo obligado a girar a la izquierda.
La visión que aparece ante mí me detiene tan abruptamente que mis pies resbalan sobre el suelo de mármol. Limito hasta mis respiraciones, no quiero que nada la haga desaparecer.
Sorina me ofrece la espalda. Luce como una aparición fantasmal, su pequeño y delgado cuerpo cubierto por una camisola blanca, el largo cabello rojo le cuelga despeinado por la espalda. La escucho tararear alguna canción.
— ¿Rina?
No responde. Se mece suavemente a un lado y otro al compás de la melodía que tararea. ¿Habré llegado demasiado tarde? ¿Arella y Kurapika habrán acabado con su cordura? El terror me paraliza tan solo con esa suposición. Aun si hubieran quebrado su cordura, yo estaré a su lado, no importa que. Acorto la distancia entre los dos y la envuelvo entre mis brazos, enterrando mi rostro entre sus cabellos. Sentir las líneas de sus curvas, su cuerpo frágil que encaja perfectamente contra el mío, y su aroma natural a rocío, me hacen completo de nuevo. Tiembla en mi abrazo.
— Linder –el llamado es ronco
Tengo ganas de saltar. ¡Me reconoce! Su mano suave palpa mi rostro, y repite el llamado. Me separo y la miro a los ojos, no hay odio, solo dolor:
— Linder –murmura–, ¿por qué? ¿Por qué me mataste?
Con horror de mi parte, compruebo que la camisola está entintada de sangre, lo mismo mis manos, que sostienen la espada que atraviesa su abdomen. En pánico, y con torpeza, retrocedo unos pasos, la hoja afilada abandona el cuerpo de Rina, la sangre borbotea con más fuerza. La mirada de ella busca la mía, se está apagando, pero no hay odio, si una acusadora y dolorida expresión. "Me traicionaste" es lo que parecen decir esos zafiros que tiene por ojos. Intento llegar a ella, extiendo mi mano, luchando por tocar sus vestidos, pedirle perdón, Sorina se aleja más y más, absorbida por la oscuridad.
Mis ojos se abren, devolviéndome a la pesadilla del mundo real. Miro el techo y las paredes de madera vieja. Las ventanas de dos hojas, están completamente cerradas. No hay cortinas, ni adornos de ninguna clase, tan solo una lámpara de aceite, cuya llama titila a punto de apagarse, y algunas espadas colgando de la pared.
El colchón cruje cuando reacomodo mi peso. Una viscosa capa de sudor, empapa la base de mi cuello y mi espalda desnuda. Entierro las puntas de mis codos sobre los muslos, agacho la cabeza, al tiempo que los dedos de mis manos, se entrelazan entre mis cabellos húmedos, guedejas más largas caen sobre mi frente. Cierro los ojos e inspiro con fuerzas un par de veces, mis puños apresan mechones de pelos, el impulso de tirar de ellos con violencia es apremiante, y me rindo a él. Tiro una y otra vez, hasta que el dolor caliente en la cabeza, provoca puntos rojos en mi visión, sin embargo, no hace nada por mermar el desasosiego y la opresión que me consumen. Un nudo espeso y apretado, ocupa mi estómago y mi garganta. Siento mis ojos humedecerse ante el recuerdo de la pesadilla. El cuerpo de Sorina desgarrado, lleno de sangre, miro mis manos, esperando ver las huellas del crimen. Irónicamente, no hay nada anormal en ellas, muestran el tono dorado característico de los faes de verano, mis dedos largos, con callos por las armas, absolutamente impolutas. No parecen las manos de un asesino.
ESTÁS LEYENDO
Beso de Verano
RandomLa llamaban bruja, tuve que darles la razón, con una mirada conquistó mis pensamientos, con un beso, mi vida entera. Crecí aborreciéndola, la conocí y me enamoré. Cuando más me necesitaba, traicioné su confianza. Somos hielo y fuego. Invierno y Vera...