Capítulo 7

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Linder:

Levanto mi espada en el momento preciso, frenando el ataque del afilado cuchillo que empuña Sorina. Las sombras y los sluaghs me asaltan entonces. Su ataque es molesto, chillan en mis oídos y siento sus presencias vacías y oscuras, infectar mi alma, tomado desprevenido, la mano con que sostengo la espada se tambalea mientras retrocedo, Sorina chilla entonces y redobla su ataque, el cuchillo sobrepasa mi guarda, me muevo a tiempo para evitar que me saque un ojo, pero no lo bastante rápido como para impedir que el filo corte la piel sobre mis mejillas. Retrocedo un salto, su mirada vacía no me deja.

— Rina –levanto mi espada, pero no quiero atacarla, quiero que reaccione–. Rina escúchame, vinimos a salvarte. Vinimos a por ti.

Me mira y sonríe, una sonrisa vacía, la presencia de las sombras y los sluaghs la envuelven aun más, cubriéndola como un capullo oscuro de tinieblas, su voz se vuelve más dura, cavernosa, como salida de ultratumba. Sus pasos se detienen por breves segundos, entonces se ríe, antes de añadir:

— Yo estoy bien aquí, príncipe. Todos lo estamos, y tú mismo te darás cuenta muy pronto que aquí tenemos todo lo que necesitamos. No tenemos que hacer nada.

Vuelve a atacarme, esquivo la punta del cuchillo con cierta dificultad.

— ¡Maldita sea, Rina! Lamento lo que te hice pasar, pero no puedes quedarte aquí, lucha. Contra lo que sea que te hayan echo. Lucha. Vuelve conmigo.

Es cierto. Es mi culpa que ella esté así. Con solo ver las marcas de su cuerpo, me es fácil imaginar las cosas que le hicieron Arella y ese bastardo enfermo al que llamaron su prometido, sin embargo lo que más me duele, son las dos franjas cicatriciales que tiene en ambas muñecas, son las marcas de las esposas de hierro con que fue atada mientras estuvo en mi tierra. Las marcas que yo mismo profundicé cuando la torturé en medio de mi estupidez. Intercambiamos un par de estocadas, sus movimientos son bruscos y descoordinados, aun así, no parece cansarse, contrario a mi, que cada vez me pesa más levantar la espada y frenar sus ataques. Esto no está bien, no debería pasar, estoy más entrenado que ella, y en mejor condición física, sin embargo y para consternación mía, todo lo que consigo hacer es ceder terreno, más y más. El cuchillo me corta en un brazo, después en un costado. Mis movimientos son más lentos y más torpes. ¿Qué está pasando?

— Estaremos juntos, príncipe –susurra con voz demencial–. Deja de resistirte, si hasta Abby te extrañaría. ¿No es verdad, Abs?

Sus palabras me desconciertan, sigo el curso de su mirada extraviada tan solo para encontrar el cuerpo de mi hermana, tirado en el suelo en una posición rígida, los miembros doblados en ángulos imposibles, el rostro lleno de cortadas, sangre manaba de su cara, de su pecho, estaba muy pálida, contrastando fuertemente contra el rojo del charco de sangre que rodeaba su cuerpo. Ya no respiraba, y sus ojos tenían la fijeza de la muerte. Otros cuerpos los cercaban, uno a uno, reconocí los cadáveres de todos mis amigos, Lex, Kai, incluso el de Nael, el Cait Sith. Pasé saliva con dificultad y retorné mi mirada a Rina, la chica jugueteaba con el filo del cuchillo.

— Lo vez príncipe, ella está feliz, conmigo.

La miro de vuelta, frunciendo el ceño. Estudiándola con fijeza. Puedo no conocer a Rina de la misma manera que lo hace mi hermana, puedo haberle fallado y darle todos los motivos del mundo para odiarme, pero hay algo que sí se, Sorina nunca lastimaría a Abby. No importa que tanto la hubieran torturado, ni que tanto hubieran quebrado su mente, Rina nunca tocaría un cabello de mi hermana. Cuando este conocimiento se abre paso, soy capaz de mirar a la criatura que tengo en frente, y ver a través de ella. Justo entonces, siento el filo del cuchillo cortar mi carne, cuando atraviesa mis costados.

Beso de VeranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora