Capítulo 26

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Linder:

Sorina caminó a mi lado, con la cabeza bien en alto, negándose a ser intimidada, por más que podía sentir el murmullo de todos los faes que íbamos pasando. Atravesamos los pasillos sin mucha ceremonia, siendo conscientes de las miradas y la expectación que generábamos. Cuando finalmente alcanzamos la puerta de madera que daba acceso a los jardines donde nos habíamos encontrado con los ancianos por primera vez. Noto que Sorina se queda rezagada, cuando volteo a mirarla, tiene los ojos brillantes, y se sostiene el pecho con una mano.

— ¿Está todo bien?

Mis palabras parecen arrancarla de su ensoñación, porque sacude la cabeza un par de veces, cuando sus ojos encuentran los míos, tienen una expresión desorientada.

— Sí. Yo..., olvídalo. Fue algo raro.

— ¿Raro cómo?

Vuelve a sacudir la cabeza, me da una mueca molesta.

— Yo, solo creí que iba a tener una premonición, pero nunca llegó.

Las puertas se abren por si solas, mostrándonos el conocido jardín. Los Altos Señores estaban allí, sentados a la sombra de la glorieta, pero no estaban solos, Anarthia y Raylía estaban con ellos, y a juzgar por la expresión de esta última el tema que trataban no era muy divertido, sin embargo, sea lo que sea tan pronto irrumpimos en su espacio, todas las miradas se dirigieron en nuestra dirección, más concretamente, en Sorina.

— ¿Ocurre algo? –inquirió ella

El señor del Invierno nos dedicó una enigmática sonrisa adelantándose hasta donde estábamos, en un gesto de bienvenida que me dejó inquieto, con la sensación de que ocultaban algo.

— Vemos que algunas cosas han ido tomando su lugar –sentencia mirando entre nosotros

— Linder y yo hemos resuelto nuestras diferencias –responde con ecuanimidad, percibo el peligro en el brillo que han adquirido sus ojos y en el gesto desafiante de su mentón–, pero eso no tiene nada que ver con lo que ustedes trataron de hacer con nosotros.

Inevitablemente mi cuerpo se tensa, esperando alguna clase de reacción de parte de nuestros interlocutores, sin embargo, la respuesta es pausada, una mirada sabia de parte del Señor del Verano.

— Tienes razón, pequeña –concede–. Les impusimos una carga bastante pesada sin su consentimiento, pero..., ustedes estaban en el destino de ambas reinas, eventualmente, tarde o temprano, habrían acabado naciendo, y sin nuestra intervención, es muy poco probable que hubieran sobrevivido, o que en su defecto, alguno de sus amigos tuviera la menor probabilidad.

— No tomamos la decisión a la ligera –concuerda el gemelo–. Fue cuidadosamente meditada, de todos los jóvenes que vendrían en su generación, escogimos a los que creímos más capaces. De todas formas, aun pueden elegir. ¿Abandonarán sus poderes?

El gesto desafiante de Sorina vuelve a aparecer, yo me situo a su espalda, colocando una mano sobre su hombro. Tiene que saber que estoy con ella, decida lo que decida, entonces, una sonrisita creída, que hacía mucho tiempo que no veía, pliega sus labios.

— No me iré de este mundo, sin antes cobrárselas a Arella y a Kurapika. Esta vez, enfrentaré mis temores para siempre, y que sea lo que tenga que ser.

Lyn:

Esto no podía estar pasando, realmente, no ahora. El blindaje mágico que aislaba nuestro campamento se sacudió peligrosamente cuando una explosión de magia impactó contra él. El conjuro ilusorio de camuflaje que había tejido entorno a él, se tambaleó y yo lo sentí en mi sangre. La magia no aguantaría mucho más.

Beso de VeranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora