Sorina:
Despierto con el cuerpo rígido y el corazón entumecido. Mi mirada vaga por la solitaria habitación, y compruebo con alivio que estoy sola. Observo las sábanas manchadas de sangre, se que mi piel está herida, sin embargo, no tengo espacio para asimilar el dolor físico. No cuando todavía tengo los muslos húmedos y pegajosos de la simiente de Kurapika. Todavía puedo sentirlo dentro de mí, su cuerpo contra el mío, sus manos tocando..., su lengua... Mi estómago se retuerce en un nudo, salgo de la cama a trompicones, estoy desnuda, así que me envuelvo en una de las mantas, me enredo con ellas y caigo al suelo, golpeándome la frente. No puedo contener más el asco y el llanto, con una arcada, mi estómago expulsa lo poco que había comido la noche antes.
Mi piel está fría y cubierta de gotas de sudor, no tengo muchas fuerzas, así que a duras penas me las arreglo para rodar a un costado, evitando el charco de vómito. ¿En qué me he convertido? La puerta de mi habitación se abre, y veo las botas oscuras del fae acercarse a mí. Involuntariamente, mi cuerpo se contrae en una bola, intentando hacerme lo más pequeña posible.
Kurapika se inclina sobre mí, su mirada violeta recorriendo mi cuerpo y la habitación. Aparto los ojos, avergonzada, cuando descubro el brillo de triunfo en los suyos.
Con manos brutales me obliga a ponerme sobre mis pies, me las arreglo para mantener la manta alrededor de mi cuerpo, sin embargo, él se aferra a las mantas y tira de ellas. Forcejeo un poco, en un intento de liberarme de él. Los días de hambre y maltratos, cobran su peaje, mis músculos arden pierdo la batalla en cuestión de segundos, Kurapika da un tirón más fuerte de lo necesario, pierdo el agarre sobre la sábana y me tambaleo hacia atrás, exponiendo mi cuerpo desnudo, instintivamente cubro lo básico con mis manos huesudas. No me atrevo a levantar la mirada del suelo.
Lo siento acercarse a mi, y tiemblo, puedo sentir su mirada recorriéndome completa, y es la sensación más asquerosa que pueda imaginar. Sus dedos tocan mi carne, marcando el contorno de los moretones que me han provocado entre él y mi madre. Acerca su rostro a la curvatura de mi cuello, y lo olisquea.
— Mmm, ¿repetimos nuestra noche?
El terror me invade, adueñándose de todo pensamiento racional. Ni siquiera puedo articular palabra, solo gemidos inarticulados abandonan mi garganta. Los temblores de mi cuerpo aumentan conforme Kurapika se acerca más a mí, cuando creo que voy a desmayarme, escucho su risa en mi oído:
— No. Tendré que limitar mi tiempo a las noches, la verdad es que das pena con solo mirarte. Ningún hombre que te vea a plena luz del día será capaz de sentir nada más que asco.
Me da un empujón, entre lo débiles que tengo las piernas, y el terror absoluto que me paralizaba, no soy capaz de mantener el equilibrio y caigo de sentón, el dolor en el cóccix es instantáneo.
— Tienes diez minutos para alistarte, si los despilfarras te arrastraré desnuda por todo el palacio. A la reina no le gusta esperar.
Conociéndolo, era muy capaz de cumplir su promesa, así que aun sintiéndome despreciable, empujé mi cuerpo hasta el baño. La artesa de mármol estaba llena con un líquido de color nacarado, que desprendía vapor y un vago aroma a flores nocturnas. Era la mezcla especial de la reina, solo se preparaba con unas hierbas muy raras que crecían en la frontera con Verano. ¿Qué significaba esto? Me zambullí en la tina, al contacto del agua caliente, todos los rasponazos, y las laceraciones del látigo, escocieron como si les hubiera echado sal, sin embargo, algunos momentos después, el alivio se extendió por todo mi cuerpo. La molestia desapareció, y hasta mis músculos dejaron de doler, así al menos podría caminar derecha, sin embargo, continuaba inquietándome el porque Arella había ordenado esto. En contra de mis deseos y buen juicio, me salí de la tina, antes de cubrirme el cuerpo con la manta de felpa, alcancé a ver mi reflejo en el espejo.
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Beso de Verano
CasualeLa llamaban bruja, tuve que darles la razón, con una mirada conquistó mis pensamientos, con un beso, mi vida entera. Crecí aborreciéndola, la conocí y me enamoré. Cuando más me necesitaba, traicioné su confianza. Somos hielo y fuego. Invierno y Vera...