Capitulo 4

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Nada mal, se felicito sonriendo internamente, acelero sus pasos, alejándose lo mas rápido de la chica como pudo, sin llamar demasiado la atención sobre si mismo. Su amigo Hugo, le esperaba pacientemente, sus ojos brillando con diversión apenas oculta.

-¿Tu nueva conquista?- le pregunto en un susurro. El asintió, sonriendo amplia mente.

-Tu que crees.- le contesto, acallando una pequeña risa. Luego se silencio y una mueca de desagrado sustituyo su anterior alegría, como si recordara algo particularmente molesto. Para el, al menos, lo era. -Es una lastima.- empezó. -Esa chica es inocente, pero no estúpida.- su amigo inclino la cabeza, mirándole en silencio, sus ojos reflejando su pregunta. -Ella no caerá rápidamente, las que se hacen las difíciles siempre son un incordio.- confeso. -Es mucho mas satisfactorio al final sin embargo.- el chico permaneció callado, finalmente desvió la mirada.

-Das asco.- dijo al final, el solo se rió divertido. Sabia que Hugo no estaba siendo malicioso, ni le estaba juzgando.

-Lo doy.- confirmo, con un asentimiento sin borrar la sonrisa de su cara.



-¿No has terminado?- la voz de su amigo resonó en las paredes del vestuario, el continuo secándose el pelo, abriendo su mochila.

-Ve por delante. ya te alcanzare.- el silencio siguió a sus palabras, solo el ruido de la  puerta del vestuario cerrarse y los pequeños ruidos que el mismo provocaba al sacar su ropa de la mochila, perturbaban la tranquilidad del lugar.

-Para alguien tan presumido, tienes muy poco que ofrecer.- la voz desconocida arrastro las palabras, el desprecio hacia su persona goteaba en cada una de las silabas pronunciadas. 

Alarmado, se dio la vuelta, allí, sentado en una de las banquetas, con las piernas cruzadas, estaba el famoso Adrien Agreste, su cabeza apoyada en una de sus manos, mirándole con una expresión aburrida, que contradecía la malicia de su comentario. Debería haberse enfadado, replicado sus palabras insultantes, pero no se atrevía. ¿El modelo había tenido siempre esa presencia intimidarte y oscura? Como si pudiera leer sus pensamientos, los labios del rubio se contrajeron en una sonrisa. ¿Sus sonrisas habían sido así? sin dejar de sonreír el chico se levanto, acercándose con una gracia felina que nunca había notado antes, hasta que quedaron a centímetros de distancia, su pecho se encogió. ¿Miedo? ¿era miedo lo que estaba experimentando? -De todas chicas, tenia que ser mi princesa ¿verdad?- la mirada aburrida permanecía intachable. ¿Que es? se pregunto, había algo oculto en su mirada, una mezcla de sentimiento que no lograba identificar. Con un movimiento rápido por parte del modelo, el dolor estallo en sus regiones inferiores. Su cuerpo perdió la fuerza, cayendo al suelo, mientras se encogía sobre si mismo, cubriendo la zona afectada, un espasmo de dolor tras otro. Miro entre lagrimas a su agresor, quien se alzaba amenazante sobre el. ¿Que...? ¿le había dado un rodillazo? -Ella no es una chica común, que puedas llevarte a la cama.- su voz salio en un gruñido casi animal, entonces comprendió que las emociones ocultas por su indiferencia eran la ira y el odio. Se sintió temblar, cuando los ojos de Agreste se dilataron. Sonriendo depredadora mente, como una bestia apunto de atrapar a su presa, extendió sus manos hacía su cuello ¿Eso es todo? se pregunto, cerrando los ojos con fuerza. ¿Voy a morir en los vestuarios públicos de mi escuela, a manos de un maldito loco?. Sus manos se acercaron cada vez mas, hasta que pudo sentir el calor que desprendían sobre la piel de su garganta. Estaba muerto. Solo que no lo estaba. Confundido abrió los parpados, el rostro del modelo estaba muy cerca, tanto, que solo le vasto inclinarse ligeramente hacia un lado, para poder hablarle en la oreja. Se estremeció, cuando pudo sentir su aliento, quiso retroceder, pero su cuerpo no parecía querer responder a sus ordenes. -No pienso mancharme con tu sangre.- y entonces, las yemas de sus dedos apenas rozaron su cuello, antes de apartarse de el. Agreste le miro por encima suyo con desprecio, su nariz arrugándose con asco. -Deberías volver a ducharte. - el no contesto, no podía, ni siquiera podía alzar la mirada para enfrentarle, se quedo completamente inmóvil, mientras los pasos del joven modelo resonaban en las paredes de la estancia, luego un portazo y se quedo a solas.

Aun así permaneció inmóvil, su cuerpo comenzó a sacudirse, temblando incontrolable mente. Su toque... Ese gesto tan suave le había helado hasta los huesos. De todas las cosas que podían haberle aterrado mas... sucio... repugnante... su solo toque se había sentido como si se sumergiera en algo asqueroso, frió, nauseabundo... 

Con las piernas temblorosas, se tambaleo hacia las duchas. Incluso después de cuarenta minutos, continuo duchándose, una tras otra. Hugo debía estar muy preocupado y enfadado, pero el solo quería quitarse esa sensación de la piel, sin embargo no importaba cuanto lo intentase, cuanto frotase, no conseguía quitárselo de encima, incluso cuando su piel se enrojeció, irritada e incluso cuando sangro. No me importa no poder moverme en una semana, si con eso me libro de... su cuerpo se volvió a sacudir por el asco. El dolor seria mucho mejor que eso, era como si un parásito se pegara a el y no pudiera quitárselo de encima. Un lamento se escucho en el vestuario, no se molesto en girarse, estaba solo, el lamento era el, llorando.



El arrastro los pies, subiendo las escaleras, donde su amigo le esperaba. Hugo alzo las cejas sorprendido. No lo culpaba.

-Te preguntaría que te sucedió ayer, pero no me contestaras ¿verdad?- permaneció en silencio y se apoyo en la barandilla del segundo piso. -Tienes un aspecto horrible.- le dijo, tan sincero como siempre. No le ofendió, no cuando tenia toda la razón. Estaba pálido, con el cuerpo lleno de arañazos de haber frotado compulsiva mente su piel, los ojos hundidos y con ojeras de no haber dormido, su ropa mal puesta y sucia. El parásito continuaba pegado a el, se sentía completamente drenado. -¿Mala noche?- no contesto de inmediato. ¿Era siempre todo tan irritante como le resultaba ahora?   

-Se podría decir que si...- su garganta dolía y su boca se sentía pastosa, ni siquiera reconocía su propia voz. Hugo frunció las cejas, preocupado, luego inclino la cabeza, extrañado.

-¿Has oído ese ruido?- le pregunto, mirando alrededor. Miro a su amigo.

-¿De que ruido hablas? Yo no...- las palabras murieron en su boca, cuando la barandilla contra la que estaba apoyado, cedió a sus espaldas. Lo ultimo que supo era caer y el grito de Hugo llamándole, ahogado por el de los espectadores.  

El secreto del primer Chat Noir (Marichat)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora